Santiago Canals es investigador del CSIC.

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El profesor de investigación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) del Instituto de Neurociencias de Alicante, Santiago Canals, protagonizará mañana en Can Campaner una nueva sesión científica de la Reial Acadèmia de Medicina sobre la sustancia psicoactiva más consumida en España: el alcohol.

¿Qué tiene el alcohol que puede ser adictivo?
—Posiblemente el efecto más característico es su capacidad para facilitar la interacción social, es un engrasante de las interacciones y tendemos a exponernos porque somos una especie social. Como droga también tiene efectos biológicos que no son diferentes a las otras… El sistema de recompensa del cuerpo, que define el valor de las experiencias nos informa de que hay un beneficio con su consumo a través de la dopamina, y se quiere repetir, así se inicia el proceso de adicción. Cómo se transforma luego en algo patológico es más complejo pero el inicio es así, incluso con la adicción a lo tecnológico.

Hay gente que se engancha y otra no.
—Depende de la personalidad, de la experiencia e incluso hay quien tiene más facilidad. Pero el alcohol es problemático para el sistema nervioso central con cualquier dosis, desde la primera gota. Para el corazón no sé pero para el cerebro un vaso de vino al día no es bueno.

Dicen que aunque se deje de beber nunca se deja de ser alcohólico, ¿por qué?
—De los exfumadores también lo dicen. Nosotros estudiamos los efectos estructurales. El sistema nervioso es complejo pero está en equilibrio y hace que nos comportemos dentro de un contexto; cuando se desequilibra y se altera producido por un consumo crónico genera desbalances largos en el tiempo. Además, la afectación psicológica hace que su consumo se asocie a una recompensa y eso no se olvida fácilmente. Cuando se pasa por un evento complicado, la probabilidad de recaer es muy alta, sobre todo por la aceptación social que hay. Brindamos por cualquier cosa, y eso los hijos lo ven, así que luchar contra el inicio es difícil si no cambiamos nada.

¿Qué explicación tiene el síndrome de abstinencia?
—Le damos al sistema una sustancia en grandes cantidades que lo descompensa y lo mantienes mucho en el tiempo, el sistema endógeno se regula a la baja. Y si de repente paras, se encuentra con niveles bajos de sustancias que son necesarias, eso es el síndrome de abstinencia.

Desvelaron con una investigación del CSIC que el alcohol daña al cerebro incluso después de dejar de beber.
—El estudio se hizo con pacientes internos en el hospital, lo que nos permitía seguirles y estar seguros de que no consumen nada. Descubrimos con resonancias magnéticas estructurales y de difusión que te permiten ver la sustancia blanca del cerebro (es decir, las avenidas de comunicación) que la primera semana de abstinencia lejos de mejorar, el daño se acelera. Queríamos alertar de esto porque dices igual hay que hacer un pretratamiento antes de dejar de consumir para prevenir el daño cerebral o ver el mecanismo que hay detrás.

A lo mejor hay que dejarlo de forma progresiva.
—Creemos que hay un proceso inflamatorio que se dispara tras consumir de forma crónica y cortas de golpe, por eso se produce un repunte. Lo que hay que hacer siempre es dejar de beber, la única cuestión es que igual puede hacerse mejor. Veremos si en vez de parar de golpe, hay que hacerlo paulatinamente. La tendencia es ir reduciendo porque además parece que es más fácil para el consumidor.

¿Qué tipo de daños le produce al cerebro? ¿Son irreversibles?
—La muerte neuronal no se recupera porque el cerebro no es bueno reproduciéndose. Fuera de ese rango, con la abstinencia prolongada sí se ve una reversión en las alteraciones estructurales. El sistema se rebalancea. Hay que buscar un neuroequilibrio.

¿Qué efectos tienen los atracones o botellones en edad temprana?
—Es uno de los problemas psiquiátricos más graves con consecuencias a nivel de tráfico, asociado con el cáncer o a más del 80 % de los casos de violencia de género. Con los chavales es peor porque el sistema nervioso está en formación y es un proceso que dura mucho. Hasta los 20 no se forma la parte frontal en la que se fundamenta la toma de decisiones. Si añadimos alcohol y alteramos la estructura impedimos un desarrollo normal, y la población será más insegura.

En su conferencia hablará de perspectivas terapéuticas, ¿hay avances en este aspecto?
—Nos hemos enfocado en la abstinencia temprana, cuando el daño cerebral se acelera, y hemos buscado un camino diferente para intentar recuperar la sustancia blanca que, gracias a la plasticidad de la mielina, lo permite. Para aplicarlo a los pacientes hay que hacer una estimulación magnética transcraneal, una técnica por la que se aplican campos magnéticos que generan corrientes que activan las neuronas para que las células produzcan más sustancia blanca y prevengan el deterioro. Se ha visto una mejora. Es un trabajo publicado el año pasado.