¿El auge los últimos años del fenómeno de las charlas motivacionales supone un fracaso como sociedad?
Puede que yo sea un intruso en este mundo. Yo no soy ni psicólogo, ni psiquiatra, yo vengo del mundo empresarial. En un momento de mi vida conseguí cierto éxito profesional y me di cuenta de que no necesariamente tener éxito empresarial o económico da la felicidad. Como me gusta bastante pensar recapacité un poco: ¿Qué hace feliz a la gente? Todos necesitamos ayudas motivacionales en cualquier momento de nuestra vida. Todos pasamos por momentos tremendos. Este tipo de charlas pueden ayudar a la gente a ver la vida diferente. Yo no soy ni coach ni me dedico a dar consejos. De hecho, siempre digo: no doy consejos porque no me aclaro con mi vida, pero sí que es cierto que tengo 63 años y cuando ves la vida con perspectiva te das cuenta de que todos somos iguales.
¿Es paradójico que cuando mejor calidad de vida hay este tipo de formatos tengan tanto éxito?
Es muy difícil dar soluciones mágicas. Personalmente creo que hasta el siglo XVII o XVIII la sociedad era bastante simple: la gente moría joven y el objetivo de la vida era sobrevivir. Más tarde hubo una época de esplendor en la que empezamos a producir bienes en cadena. Pasamos de luchar por sobrevivir a intentar ser felices. La esperanza de vida en los últimos 200 años casi se ha duplicado. Hemos sabido durante toda la historia cómo vivir 50 años pero no cien, esto nunca había pasado. La clave es cómo vivir 100 años con ilusión, ganas, enamorado de la misma pareja. Hay gente que haga lo que haga lo pasa bien y otra haga lo que haga lo pasa mal.
¿Es posible ser feliz sin curiosidad o sin proyectos?
La vida es el camino de Santiago. Naces y mientras avanzas encuentras gente que va contigo, otros que van y no quieren ir contigo, gente que te abandona… La clave es saber el sentido del camino. Nos hemos olvidado del sentido de trascendencia. Ese es el gran problema. Hemos creado un mundo de ansiedad, de estrés, de respuesta inmediata. La vida no es conquista, es mantenimiento.
Hace poco, un psiquiatra me comentó en una entrevista que para él el principal problema al que debe enfrentarse nuestra sociedad es cómo gestionar la incertidumbre. ¿Está de acuerdo?
El problema no es cómo vivir sino por qué vivir. Si vives una vida de placer acabarás hecho polvo. Los niños son felices porque para ellos todo es curiosidad. Hay estudios que revelan que la gente más exitosa es la que no vive sola y tiene una vida social activa. Siempre hemos buscado amor: querer y ser queridos. Hace 2.500 años era exactamente igual lo que pasa es que hoy en día todo esto lo hemos cambiado por likes.
¿Cómo nos afectará la Inteligencia Artifical en el futuro?
La Inteligencia Artificial generativa lo cambiará absolutamente todo. Vamos hacia un mundo que no tiene nada que ver con el actual. Ojalá los colegios, los pequeños comercios y la empresas incorporen cursos para aprender a utilizar esta herramienta. El problema de la IA es que está empezando a pensar por nosotros. A mucha gente le ayudará y a mucha otra, no. El ser humano está creando una serie de herramientas que se nos pueden ir de las manos y se escapen de nuestro control.
¿Cree en Dios?
Yo soy católico, creyente y prácticante y eso es lo que me salva. La principal causa de tristeza hoy en día es la soledad. Si nací por azar, la vida es una porquería, si la vida tiene sentido, la vida es maravillosa. Por eso hay que buscar un motivo para levantarnos cada día.
2 comentarios
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Todos se apuntan a la IA. La afirmación de que la IA está empezando a pensar por nosotros revela un entendimiento quizás superficial del funcionamiento real de la tecnología, que aún está lejos de replicar la autonomía del pensamiento humano y que nunca logrará. Es vital que cualquier discusión sobre la integración de la IA en nuestra vida cotidiana esté informada por conocimientos técnicos sólidos para evitar malentendidos y expectativas poco realistas.
las charlas motivacionales están geniales, pero al final hay que mover el culo, si uno quiere cambiar no se puede quedar en la teoría, y llevarlo a la práctica es lo que más cuesta