Pedro Borrás, vecino de Santa Catalina. | Pilar Pellicer

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«¿Estás pensando en comprar o vender o quieres saber cuánto vale tu casa? Reserva una cita con nosotros hoy y, aparte de una valoración gratuita, traeremos unos deliciosos bollos de canela». Esta es la nueva fórmula que utilizan varias inmobiliarias suecas para comprar en una de las zonas más populares de Palma, Santa Catalina: tasan tu casa mientras te invitan a probar pasteles.

El pasado domingo, Pedro Borrás, vecino de la zona, recibió este anuncio en su casa, acompañado de una imagen de bollos caseros de la pastelería sueca más antigua del barrio. «En los últimos años, habré recibido más de seis solicitudes para que me comprasen mi casa; nunca he visto algo así, me llamó la atención», confiesa en esta entrevista. Pedro lleva 24 años emplazado en la Plaça de la Navegació. Aquí se crió su abuelo. Sin embargo, no es el único que ha recibido una oferta así. Al menos otros cuatro vecinos más de calles como la d'Antich encontraron anuncios similares en sus buzones.

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«En mi calle, más de la mitad son extranjeros. La mayoría, suecos, alemanes e ingleses», comenta. Tiene claro que «no me interesa vender» y se muestra indignado: «Me entristece que los del barrio no tengan escrúpulos a vender sus pisos».

Un barrio sueco

«Hace diez años que empezó el ‘boom' sueco. Si te fijas en todos los pisos de nueva construcción sin ventanas son de ellos. El resto, de alemanes e ingleses. Este bar donde estamos (Bar Goa) y dos más son los únicos de toda la vida que quedan. Pero desaparecerán para poner cafeterías con tostadas de aguacate y convertirán Santa Catalina en un Madrid o Barcelona», describe Pedro sobre la transformación del barrio, que pasó de ser una zona repleta de jubilados e ingleses marineros a ser un pequeño núcleo casi exclusivo para el lujo extranjero.

Hay contabilizados, como mínimo, tres locales regentados por suecos o de países escandinavos, pero debido al gran flujo de traspasos de establecimientos, no se descarta que en breve aparezcan nuevos. Según los últimos datos que maneja una de las inmobiliarias suecas más importantes de la Isla, Svensk Fastighetsförmedling, hay cerca de 1.000 suecos que ponen la vista en Mallorca. Entre las zonas más demandadas por esta nacionalidad, aparte de Santa Catalina, destacan Portitxol, Cas Català, Cala Major y el barrio de Foners, «una zona que está en auge», informan desde la inmobiliaria. Con todo, reconocen que «estamos reeducando a los compradores para que no solo se fijen en los pisos de primera línea de mar».

El precio medio que está dispuesto a pagar un sueco por un inmueble de 50 metros cuadrados rondaría los 300.000 euros. Sin embargo, desde Svensk Fastighetsförmedling son conscientes de la situación por la que pasa la Isla y de la última gran manifestación en la que salieron 10.000 personas a protestar sobre la crisis de la vivienda. «Intentamos ponernos en la piel de las dos partes, y ante todo ponemos una casa a la venta a un precio justo».