Clownterapia. A sus 77 años y después de ser el primer payaso de hospital del mundo y uno de los impulsores del circo solidario Big Apple Circus de Nueva York, Michael Christensen lleva varias décadas dedicadas a la formación de payasos de hospital. | Emilio Queirolo

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Michael Christensen (Walla-Walla, Washinghton, 1947) fue el primer payaso de hospital de la historia. Al menos, el primero que siguió un método y lo llevó a cabo con continuidad. Estamos hablando del Morgan Stanley Presbyterian Hospital de Nueva York y corría el año 1986. Según explicó Christensen a este periódico durante un curso de formación de tres días que impartió a mediados de mayo a unos veinticinco payasos de la Sonrisa Médica «fui el primero en hacerlo de manera oficial, con una propuesta artística definida y el apoyo de una organización detrás».

Bata blanca, un pollo de goma que sujeta por el pescuezo con una mano y una nariz roja de payaso, siempre una nariz roja de payaso, pero, ¿quién es Michael Christensen? Él mismo se presenta: «soy un hombre de Washington que primero se convirtió en actor, luego en street perfomer, su hermano murió, en ese momento decidió ayudar de la manera que podía y se convirtió en payaso. Este soy yo».

Preguntamos al clown qué plan o estrategia diseñaron en su momento para implementar este tipo de intervención a lo que él contesta: «No había un plan propiamente dicho. Cuando empezamos éramos un grupo muy pequeño. Me encantaba que fuésemos pequeños porque cuando crecimos y empezamos a ser más tuvimos que formarlos y gestionar el grupo. Gestionar payasos no es fácil. Es casi imposible porque su espíritu es libre y rebelde. Esta función no me gustó mucho porque a mí lo que me llena es actuar».

Mr. Stubbs (su nombre artístico) no recuerda exactamente el primer niño para el que actuó pero sí guarda en la retina a «uno de los primeros, el cual acababa de ser sometido a un trasplante de pulmón y corazón. Llevaba una máscara de oxígeno y estaba rodeado de máquinas y herramientas de quirófano. Estuvimos unos cinco o diez minutos con él y le hicimos reír y disfrutar. Trucos, bromas… todo. Murió esa tarde. Luego caímos en la cuenta de que mi compañero y yo fuimos dos de las últimas personas que vio en su vida. Nos divertimos mucho ese rato, fue un regalo».

Formación

Michael Christensen estuvo por primera vez en su vida en Mallorca para enseñar desde su experiencia y sensibilidad a una parte importante de los payasos de la Sonrisa Médica. «Las personas a las que instruyo ya son gente formada con una trayectoria previa», explica el payaso y añade que «yo les ayudo a adaptar e integrar sus habilidades en el entorno hospitalario. Les explico ciertos protocolos y maneras de funcionar. También a desarrollar habilidades de observación; física y emocional. Además les enseño protocolos higiénicos y otras herramientas».

Los ‘clowns' de la Sonrisa Médica que participaron en el curso junto al payaso y formador Michael Christensen.

El payaso y formador subraya también la importancia del apoyo de compañeros, parejas y psicólogos en la gestión emocional    y es que, en este sentido y a diferencia de lo que se ve frente a una nariz roja y un sombrero estrafalario «no hay trucos».

«Nuestra meta es cambiar el ambiente y crear un espacio»

Daniel Ginebroza es el director artístico de la Sonrisa Médica. Actor, clown y profesor universitario afirma que Michael Christensen forma parte de las alrededor de dos formaciones que llevamos a cabo al año ya que a pesar de que los payasos que llegan a nuestra organización son artistas formados su instrucción no tiene fin». El curso ha tenido dos partes: una primera de carácter técnico y artístico; es decir, cómo poner la creatividad de los artistas en sintonía con toda la parte técnica del hospital. La segunda es una vertiente centrada en la emotividad en la que se trabajan las emociones, se educa la manera de escuchar y observar los diferentes aspectos con los que cuenta un hospital para entender cómo se encuentra tu compañero y el personal sanitario»

Acerca del objetivo que persiguen, el director artístico de esta ONG pionera en España explica que «nuestro trabajo consiste en cambiar el ambiente de la habitación y crear un espacio adecuado para que la terapia médica haga efecto. Nosotros no somos terapeutas emocionales».

Ginebroza recuerda la evolución que ha experimentado esta profesión desde que nació la Sonrisa Médica en 1994, hace ahora treinta años. «Cuando empezamos éramos payasos de circo que nos metíamos en un hospital. Llevábamos un maquillaje muy llamativo y teníamos unos gestos exagerados. Ahora se han suavizado los movimientos y se mantienen las distancias. La idea es mantener la misma energía pero en un espacio más reducido para extremar las precauciones».

Futuro

Daniel Ginebroza se muestra orgulloso del reconocimiento y el alcance que ha conseguido su organización por parte de la ciudadanía y espera poder avanza para que la Sonrisa Médica se pueda erigir de manera fija y oficial, en un futuro cercano, en todos los centros hospitalarios de Balears para mejorar su función en el cuidado de los usuarios, tanto de los niños hospitalizados como de sus familias.