Nunca pensó que el fotoperiodismo y la fotografía se convertirían en su oficio, pero Joan Mateu Parra (Bunyola, 1996) es el mallorquín del gremio con mayor renombre en Baleares y una destacada proyección internacional que ha llevado su trabajo a las portadas de los grandes medios, como Le Monde o The New York Times. Un éxito fruto de su persistente colaboración con la agencia de noticias estadounidense Associated Press. El joven bunyolí es, además, discípulo de Emilio Morenatti, uno de los mejores fotógrafos del mundo y Premio Pulitzer por su cobertura de la guerra de Ucrania.
Sobre la primera crónica que hiciste, tu profesor dijo que era poco objetiva. ¿Cómo manejas ahora ese concepto?
La objetividad es algo que, desde el momento en que disparas una foto, es difícil de mantener. Lo que sí hay que ser es honesto y no manipular el mensaje. En la honestidad encontrarás la objetividad, pero es inevitable que, al hacer una fotografía, escojas un enfoque concreto. Si estás en una manifestación puedes hacer una buena cobertura informativa, pero si esperas intencionadamente a que la gente se vaya o a hacer la foto antes de que haya llegado, estarás manipulando.
Hablamos de tergiversaciones mínimas, pero que pueden implicar un cambio relevante. ¿Se abusa mucho de ello?
Nunca he visto una manipulación exagerada dentro del gremio, y en Barcelona todos nos conocemos. Alguna vez, si alguien manipula mínimamente algo al montar una foto, indicando a la gente que se ponga y pose de una forma determinada, sí que lo digo, pero tiene que ser algo importante. Hay compañeros a los que les parece bien eso de decirle a un manifestante que te enseñe una bandera; yo soy de los que prefieren no interactuar con la gente.
¿De dónde te viene esa visión más purista?
De trabajar con Associated Press (AP), que miran mucho si la fotografía se ha manipulado. Soy purista porque cuando permites esos cambios, ¿dónde pones el límite? El límite siempre es muy difuso.
Javier Negre o Ana Rosa Quintana. ¿Eso son periodistas? Hacen espectáculo
Estudiaste diseño gráfico y de interiores, pero has acabado siendo fotógrafo y fotoperiodista, como te defines. Algunos compañeros de oficio critican a los que no tienen una formación universitaria periodística. ¿Qué les dirías?
Se puede ser periodista sin tener la titulación. Trabajo para una de las agencias informativas más importantes del mundo y nadie me ha pedido esa formación. Se pide honestidad, que no manipules y que tengas un espíritu de querer informar a la gente. Esto es ser periodista. Luego te encontrarás a periodistas con licenciatura, como Javier Negre o Ana Rosa Quintana. ¿Eso son periodistas? Hacen espectáculo.
Tengo entendido que Jordi Duró fue tu mentor en diseño, mientras que Jordi Borràs lo ha sido en tu labor como fotoperiodista.
Los libros Warcelona, una història de violència o Plus ultra. Una crònica gràfica de l'espanyolisme a Catalunya, de Borràs, los leí cuando hacía Bachillerato, y me inspiraron cuando quise empezar, pero nunca pensé que de eso haría mi oficio. Eso fue cuando Jordi Duró me dijo que me podría dedicar porque mis fotos eran buenas y empecé a hacer prácticas en el Diari Ara. Borràs, que es director de fotografía de la revista La Mira, me pasa trabajos y me encarga cosas. Mi mentor es Emilio Morenatti; él me ha enseñado el oficio en AP y me ha introducido en todo este mundo. He tenido ese privilegio.
¿Cómo das con Morenatti?
A través de Daniel Cole, un amigo que conocí en el máster de periodismo, que es medio norteamericano y catalán. Mientras hacía el posgrado conmigo, él empezaba con AP, en 2018; eran tiempos convulsos posteriores al referéndum del 1 de octubre y había muchas masificaciones. Cole se fue a Marsella y quedó vacante una figura de colaborador para la agencia, así que le comenté a Morenatti que podía hacerlo. Me dijo que le podían interesar las fotos que hiciera, no las que le mostré. De hecho, cubrí un desahucio y me dijo que AP no seguía temas tan locales, pero sí que les interesaba el proceso independentista. La primera foto que publiqué en AP es de la detención de varios miembros de un CDR en Sabadell, donde llegué antes. Vio que era espabilado, algo que es muy importante en este oficio, y luego tuve la suerte de que empezaron todas las protestas del Procés. Iba muy loco por la vida. Necesitaban gente y, encima, tenía contactos y que me enteraba de cosas antes que el resto. Después ya vino la COVID.
AP te ha dado proyección internacional.
Mi primera portada fue con Le Monde, con una foto íntima de una manifestación indepe. En AP valoran mucho cuando consigues distinguirte a pesar de que haya muchos compañeros haciendo fotos en la ciudad en la que trabajas. La competencia en Barcelona es muy grande. Aun así también he podido salir en The New York Times, por ejemplo.
Cada uno cuenta la historia de donde es y nadie puede hacerlo mejor
Has documentado los rescates del Open Arms y la crisis de refugiados en Ucrania tras la invasión rusa, pero cuentas muchas más historias locales. ¿Es algo premeditado o se ha dado la circunstancia?
La idea del fotoperiodista intrépido de los años sesenta, setenta, ochenta y noventa, que se va a África, creo que se tendría que perder un poco porque ahora todo el mundo tiene una cámara. Ya no existe la figura de publicar en grandes revistas. Cada uno cuenta la historia de donde es y nadie puede hacerlo mejor. Es verdad que cuando viajas a otro lugar tienes una mirada fresca que alguien de allí quizás no tendrá, pero en tu país cuentas con contactos, un mismo idioma y mayor facilidad a la hora de moverte. A eso le sumamos que hace años ir con una cámara por el mundo no era un problema porque no había miedo, pero ahora la gente protege más su imagen. Si eres capaz de explicar que eres local, tendrás más facilidades.
Hay una saturación: mucha gente documenta en las redes los rincones más lejanos hasta el punto que lo llegas a saber todo. ¿Qué relación tienes con la imagen?
Cuando me mandan a hacer un reportaje siempre miro qué se ha hecho y, si veo que no podré mejorarlo, no lo hago. Fui a Ucrania, pero volví rápido porque vi que allí no haría nada. Había gente con más experiencia y más recursos que hacían un trabajo excelente. No iba a aportar nada. Es importante dejar el ego a un lado y ser consciente de que por cuatro likes no me quedaré en un lugar poniendo en riesgo mi vida y la de otros. También te puedes dar cuenta de que hay historias muy interesantes cerca de ti y que nadie ha contado. Sant Joan de Ciutadella, por ejemplo, donde hice un reportaje que considero que salió bien, creo que podría dar fotos todavía mejores. Lo hice para mí mismo, pero lo vendí a AP.
¿El interés turístico por Baleares es proporcional al que despierta informativamente?
A los norteamericanos les gustan mucho las fiestas y lo tradicional y es algo a lo que he recurrido porque también cubrí los moros y cristianos de Pollença.
Al haberse traspasado todas las fronteras, volvemos a valorar lo local.
Si tienes facilidades para entrar en un sitio que alguien ve normal, pero le puedes dar algo relevante, interesa. Sant Joan de Ciutadella es para flipar; muchos lo hemos visto por IB3 o allí mismo, pero es una fiesta visualmente muy atractiva.
En Ucrania nos confundieron con espías rusos y nos querían detener
Te has curtido cubriendo muchas manifestaciones. ¿Qué te ha aportado eso a tu forma de trabajar?
Estar en esos lugares, en los que hay mucha tensión, te obligan a posicionarte. Saber colocarte te ayuda a hacer fotos en una boda. Es algo muy importante. Si te colocas bien en una manifestación, lo harás en cualquier lado.
Cuéntame la primera anécdota que te venga a la cabeza sobre tus coberturas.
Siempre recordaré el primer caso de COVID de España, en Tenerife, cuando Emilio me dijo de ir a allí. Pensé que me iría en unos días, pero fue inmediato. Era la primera vez que vivía el fotoperiodismo urgente en primera persona. Tenía que tener la maleta hecha al momento. No sabía muy bien cuando volvería. En Ucrania nos confundieron con espías rusos y nos querían detener. Hay muchas. También haciendo un pase de gráficos en El Liceu y te pierdes dentro del teatro. En el día a día puede haber cosas significativas.
¿Algún suceso o persona que hayas fotografiado ha cambiado radicalmente tu forma de ver el mundo?
Ir haciendo cambia tu visión. Creo mucho menos en la política porque si estás todo el día cubriendo estos temas, ves que es un circo y no crees tanto.
¿Y algo ha hecho incorporar algún hábito que no tenías?
Cada persona que entrevistas es un pequeño granito de arena que te construye como persona. Emilio Morenatti me ha cambiado totalmente la vida. Es quien más sabe del oficio del mundo, sin ninguna duda. Me ha cambiado hasta el lugar donde vivo porque igual estaría en Mallorca o me dedicaría a otra cosa.
Estás haciendo muchos retratos para entrevistas. ¿Cuál es la clave para que transmitan?
Tener tiempo para poder hacer el retrato y, normalmente, solo tienes cinco minutos. No soy buen retratista, me considero malo, y es lo que más me cuesta, como me dicen mis propios jefes. Reflejar la personalidad de alguien es algo muy difícil. Ir a una manifestación y hacer una buena foto de un contenedor quemándose es hasta fácil, pero fotografiar a una persona es complejo.
¿Tampoco tienes más tiempo cuando trabajas con un gran medio?
Una de las cosas que más gusta es cuando voy con Llucia Ramis, que entrevista a gente en sus bibliotecas. Si no tengo otra cosa más tarde, me quedo con ella y hago las fotos al final. Llucia es buenísima y hace que la gente se sienta bien y de por sí siempre elige a personas interesantes. A los dos nos gusta trabajar juntos, pero eso lo elige el director de fotografía de La Vanguardia.
Quien tiene miedo a la IA es que es mediocre porque considera que su trabajo es fácilmente sustituible
También estás trabajando mucho con artistas. ¿Qué te atrae de ese sector?
Me viene de que mi novia, Maria Hein, me permite conocer a gente interesante y decido hacerles fotos. También estoy haciendo un curso de fotografía de moda, algo que igual me gustaría explorar. Es un mundo muy difícil, sobre todo cuando ya estás tan metido en el fotoperiodismo. Me gano bien la vida haciendo fotos de empresa, de eventos, es lo que me da para vivir cómodo. Solo con el fotoperiodismo sería complicado.
¿Cómo ves el futuro de la fotografía tras la irrupción masiva de la Inteligencia Artificial?
Sinceramente, no me da miedo. Quien lo tiene es que es mediocre porque considera que su trabajo es fácilmente sustituible. Si trabajas en vídeo o foto debes aprovecharte de la IA y hacerte tuya. Es mi pensamiento radical (ríe). El otro día hablando con una chica que hace retoques en imagen, decía que le estaba ayudado. Para tratar fotos corporativas de empresa te puede facilitar el hecho de eliminar un extintor de una pared, por ejemplo. Lo mismo para la publicidad. En prensa, evidentemente, todo esto está prohibido.
2 comentarios
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Enhorabuena
Que entrevista más interesante!!!