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'Por qué hay que colgar la bandera del arcoíris si ya tenéis los mismos derechos?'; ‘¿para cuándo se celebrará el día de Orgullo hetero?'; ‘los lobbys LGBT solo quieren sus ‘paguitas'. Vale a que en la barra de un bar de mala muerte se escuchen estas estupideces, fruto de la ignorancia y la falta de educación, pero en un Parlament... Eso son palabras mayores. En los últimos días se han quemado banderas [la última en Alcúdia, en pleno Auditori, en pleno centro del municipio, ¿nadie vio nada?]. Acciones, sin duda, alimentadas por los discurso de odio de la extrema derecha, o sea, Vox. Por eso, que la alcaldesa de esa localidad lamente los hechos suena contradictorio, ya que su partido, el PP, gobierna en coalición con Vox. Y ya lo saben, los de Santigo Abascal y Gabriel Le Senne, presidente del Parlament de les Illes Balears, odian la bandera LGBT, según ellos solo representa a lobbys subvencionados. Para ellos, los ‘maricones de bien' solo tienen una bandera: la de España.

En el caso de Le Senne en particular, su inquina ante el colectivo LGTB es palpable en todas y cada una de sus intervenciones sobre este asunto. Se aprecia en sus ojos, en su mirada, no sé qué debe pasar por su cabeza en ese momento (ni quiero saberlo). Su actitud me recuerda a las historias que me cuentan amistades más mayores que yo, que no lo tuvieron tan fácil allá por los 80 y 90: «Este es como aquel típico señor que te echaba un ‘polvo' y luego te daba una paliza para que mantuvieras la boca cerrada». Seguro que todavía los hay, de eso no me cabe la menor duda.

Es curioso la doble moral de estas personas. Por un lado condenan el matrimonio igualitario y el aborto, pero por otro, por poner tan solo un ejemplo, callan, ignoran y no condenan los casos de pederastia en la Iglesia que tanto veneran.

Todo esto lo escribo para lanzar un mensaje: la extrema derecha no nos callará y hoy saldremos a la calle sin miedo, con ganas, a reivindicar nuestros derechos. No se trata de un desfile, de un carnaval, no se trata de tacones, confeti y condones, como señala el cartel del Orgullo del Ayuntamiento de Madrid. Salimos a la calle a clamar por nuestros derechos, porque son nuestros, pero que se podrían esfumar en un abrir y cerrar de ojos si de esos personajillos dependiera. Y también de aquellos que pactan con la ultraderecha, cómplices en cierta manera de estos ataques. Lo dicho: no nos callarán.