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Los mallorquines tomaron ayer por tierra espacios centrales de Palma que durante años han dejado que okupen los turistas. Una alma formada por 20.000 personas ocupó, sin k, esos espacios que en algún momento le pertenecieron, la zona cero del turismo palmesano, los aledaños de ese agujero negro de Palma que es la plaça Major, el corazón robado a la ciudad donde jamás en la vida se sentará un palmesano a tomar un café mientras lee tranquilamente el periódico.

El recorrido de la manifestación se eligió muy cuidadosamente: el vórtice del que no salen los turistas cuando llegan a Palma a pasar una horas ya sea de la Part Forana o de su crucero. La intención era masificar con residentes esos espacios cedidos a los de fuera y se logró de sobra. Los turistas asistieron entre sorprendidos y curiosos a un espectáculo inesperado y algunos de ellos tomaban imágenes con sus móviles mientras veían pasar la manifestación desde esa terraza de la Plaça Major en la que nunca se sentará un residente. Lo contarán cuando regresen a sus casas después de estas estupendas vacaciones con anécdota inesperada incluida.

Algunas de las fotos más repetidas fueron la de una pareja ataviada de representantes de una inmobiliaria de lujo, o las maquetas de un jet privado y de un crucero. Fueron las performances más conseguidas de una protesta variopinta, diversa y capilar. La abundante cartelería daba muestra de esas diferentes inquietudes de los asistentes, de sus intereses y hasta de su sentido del humor. Valgan dos ejemplos con carteles en los que se leía «Is que vivim dil tirismi» (obviamente hay que leerlo con soniquete) o «A Mallorca no hi tants vàters per tants de culs». Pues eso.

Mientras los mallorquines conquistaban por tierra el espacio cedido a los visitantes, por mar y aire seguía la invasión. Cruceros en el puerto de Palma y, sobre todo, aviones en Son Sant Joan. Ayer hubo 1.022 movimientos en el aeródromo palmesano, lo que significa que, durante las dos horas que transcurrió la protesta, aterrizaron o despegaron unos 90 vuelos, casi uno por minuto. Quienes llegaron en esos aviones tal vez estén informados de que en Mallorca hay protestas porque los organizadores no han parado durante todos estos días de dar entrevistas a medios extranjeros, muy interesados por saber qué pasa en su Mallorca y muy sorprendidos cuando les explican la catástrofe de vivienda que está sufriendo la Comunitat.

Había medios extranjeros cubriendo las protesta y un periodista de la cadena alemana ZDF entrevistaba a unas niñas con pancartas. Cuentas las crónicas internacionales cuentas que las protestas en Mallorca han llegado a provocar un choque político en Alemania entre verdes y democristianos. No es extraño sino triste. A fin de cuentas, no es más que la evidencia o la constatación de que, en el fondo, siguen viendo a Mallorca como su land número 17.