Imagen de varios participantes en la muestra de apoyo a la Familia Real retirando una pancarta este miércoles en la Seu. | M. À. Cañellas

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El paso de la manifestación contra la masificación dejó pintadas en los cristales de inmobiliarias de lujo ubicadas en anodinas oficinas Nordik Design y los hoteleros salieron en tromba a denunciar semejante ataque. Hicieron bien. En la concentración de este miércoles de los monárquicos se colgó una pancarta con la imagen de los Reyes en la reja de la fachada principal de la Catedral, un joya del gótico del siglo XIII declarada monumento histórico-artístico en 1931.

Estoy segura de que los hoteleros saldrán raudos y veloces a denunciar semejante muestra de vandalismo y ese atentado contra el patrimonio de la ciudad y a condenar, de paso, que los concentrados impidieran con su protesta el paso en libertad de los turistas que a esa hora visitaban ese extraordinario recinto. Alguien con un poco de sensatez ordenó a los asistentes que retiraran la pancarta.

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Que fuera alguien sensato ya excluye a Gabriel Le Senne. Ese antiguo hombre tranquilo al que la tensión traiciona cada vez que se exhibe en público volvió a hacer este miércoles un triple salto mortal. Se ve que no le bastó con meterse de cabeza en un extraordinario problema con su desaforada actuación en el pleno del Parlament, donde rompió la imagen de Aurora Picornell; sin ser consciente de ello –o quien sabe si siéndolo– y ayer incorporó al sainete nada menos que al Rey.

Le Senne dijo que Felipe VI le había dicho que había entendido «perfectamente» lo que ocurrió en aquel pleno. La realidad es que no sabemos qué dijo el Rey, sino lo que Le Senne dijo que había dicho, pero el presidente volvió a meterse en un charco cuando estaba intentando salir de otro con la ayuda del Monarca. ¿El resultado? De nuevo primeras páginas en los medios nacionales.

No sé si la Familia Real hace apuestas durante la cena el día antes de las audiencias para ver quién mete la pata este año, pero, a la vista de lo de ayer, bien podría ser una entrañable tradición familiar. Si alguien dijo Le Senne, cantó pleno al quince. Antes lo habían hecho Francesc Antich o Balti Picornell, que, en pleno proceso catalán, dijo que el Rey había dicho que estaba dispuesto a tender puentes con Catalunya. Pero lo mejor fue lo de Xelo Huertas: en 2015 pidió a don Felipe que suprimiera la recepción a la sociedad civil para dedicar el dinero a un comedor social y, ya que estaba, le recomendó el servicio de cátering del Parlament. Era el primer cargo institucional de Podemos con el que se reunía el Rey como el año pasado Le Senne fue el primero de Vox. Supongo que ese día se diluyó cualquier preocupación que pudiera haber tenido el Monarca con Podemos de la misma manera que ayer aumentó la que pudiera tener con Vox. Con semejantes mimbres, no me extraña que el Rey llegue y ya tenga ganas de irse, como hizo ayer. Casi estoy por sugerirle que las próximas audiencias las haga por videoconferencia.