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Los jesuitas de la comunidad del colegio Nuestra Señora de Montesión de Palma, fundado hace cinco siglos, abandonan Mallorca para siempre y la Iglesia y la sociedad de Mallorca les han ofrecido este miércoles una cálida despedida con motivo de la festividad de San Ignacio de Loyola, el 31 de julio.

El obispo Sebastià Taltavull ha celebrado una misa en la Catedral de Mallorca, concelebrando el cabildo catedralicio, la comunidad de jesuitas de Palma, religiosos y sacerdotes diocesanos. Han sido muchos los colaboradores, amigos y fieles quienes han participado en una emotiva celebración de acción de gracias por los años de labor apostólica de los jesuitas.

Las principales autoridades de las islas también han asistido en la eucaristía. Entre otras, el presidente del Parlament, Gabriel Le Senne; el alcalde de Palma, Jaime Martínez; y la consellera de Famílies i Afers Socials, Catalina Cirer.

En representación de la Compañía, se han desplazado hasta Mallorca el P. Juan Pablo Rodríguez, SJ, socio del provincial de España y el P. Abel Toraño, SJ, delegado de la Plataforma Mediterránea.
Tanto los jesuitas que han pasado largos años consagrando su vida en la isla, como quienes han confiado y apoyado la misión, así como, gran parte de la sociedad mallorquina se han unido en la despedida para agradecer el servicio pastoral y social realizado.

Los presentes han compartido una oración en una ceremonia en la que también ha estado presente, a través de unas palabras desde Roma, el cardenal Luís Ladaria, jesuita mallorquín, antiguo alumno de Montesión. «Que esta celebración sea una ocasión para que nos ‘renovemos todos en la mente y en el espíritu', como nos exhorta el apóstol Pablo, en la carta a los Efesios», ha dicho.

Antes de la bendición final del obispo, se ha leído una carta del Padre Provincial, P. Enric Puiggrós, SJ que no ha podido participar en el acto. En ella, el provincial ha hecho referencia a dos sentimientos que se ente mezclan: el agradecimiento, «porque se nos está diciendo a la Compañía de Jesús que nuestra presencia comunitaria en Mallorca no ha sido en vano, sino que ha formado y forma parte de la historia de esta isla, de muchas personas y familias» y la tristeza, «porque hoy y por ahora a los jesuitas se nos ha tornado imposible continuar entre vosotros con una comunidad religiosa, si bien es cierto que la Compañía de Jesús como tal permanece a través de todas las obras apostólicas que continúan con su misión en la ciudad».

El escaso número de vocaciones de estos últimos años y el progresivo e inapelable envejecimiento de la comunidad motivaron su cierre. En su día se explicó que la decisión se enmarcaba también dentro del proceso de reestructuración de presencias en el país que la Compañía inició en 2014, momento en que integró sus cinco provincias en una: la Provincia de España.

El motivo principal, según explicaron en una carta, era la necesidad de cuidar mejor a los jesuitas, que ya tienen una avanzada edad y, en varios casos, con precario estado de salud. De hecho, son los curas con más edad de toda España, por lo que ahora serán atendidos en las enfermerías, que son las comunidades que la Compañía tiene habilitadas para el cuidado de los jesuitas mayores.

Sin embargo, aunque la comunidad no siga viviendo en Mallorca, la Compañía de Jesús no abandona su misión aquí, sino que seguirá comprometida y trabajando en red para llevar adelante su proyecto apostólico, a través de todas sus instituciones y personas vinculadas a sus obras educativas, sociales y pastorales.