Turismo en Mallorca: ayer y hoy | FAM

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Baleares y turismo, dos términos cuyas historias están entrelazadas con un hilo en común. Durante décadas, se consideró casi un tabú cuestionar la economía vacacional en Mallorca. La dependencia de la economía insular de la industria es demasiado grande: se habla de más del 80 por ciento del producto nacional bruto. Y por eso hubo una gran indignación cuando, en julio de 2017, miembros de la organización juvenil Arran utilizaron fuegos de Bengala, confeti y cánticos para acosar a los turistas que cenaban en un restaurante del puerto de Palma.

Los manifestantes incluso tuvieron que responder ante los tribunales en ese momento, aunque al final todos fueron absueltos. Fu precisamente en ese momento en el que Partido Popular (PP) admitió públicamente por primera vez en su historia que se habían alcanzado los límites al turismo, un discurso que volvieron a repetir no hace mucho a inicios de este verano.

Y es que las críticas al turismo masivo en Mallorca no son del todo nuevas. Los ecologistas, los partidos de izquierda, las asociaciones de vecinos... Todos ellos llevan muchos años señalando desarrollos insostenibles. Esto también se aplica a los científicos de la UIB, principalmente geógrafos y economistas humanos. La afirmación del escritor menorquín Màrius Verdaguer, que escribió en su libro «Un verano en Mallorca», casi parece profética: «En el pasado, cuando Dios en su infinita bondad dijo a los mallorquines: '¿Qué queréis, hijos míos?', ellos le respondieron: 'Señor, queremos paz, tranquilidad, buenas costumbres y una rica cosecha de almendras'. Y Dios les dio paz, descanso, buenas costumbres y una rica cosecha de almendras. Pero entonces el diablo intervino: '¿Qué quieres?' Y los mallorquines le gritaron: '¡Queremos turistas! ¡Muchos turistas!». Y el diablo les envió barcos y más barcos, aviones y más aviones". El libro fue publicado en 1959.

Solo 321.000 turistas llegaron a las islas ese año. En comparación, en 2023 pasado se superó la barrera de los 17 millones por primera vez en la historia. «Mallorca ha experimentado un tremendo desarrollo», escribe el historiador Thomas Wozniak en su libro «Breve historia de Mallorca» sobre la marcha triunfal del turismo en el siglo XX: «De una zona para artistas, exiliados y actores de Hollywood que buscan paz y tranquilidad pasa a un centro de turismo internacional, de playa y de masas».

Los inicios del turismo: un relato de más de dos siglos

Todo comenzó a finales del siglo XIX. Debido a la pérdida de las colonias españolas de ultramar, Mallorca perdió un importante mercado de venta de productos agrícolas, la cual causa una profunda crisis económica. Un hecho que se agrava, además, con un brote de filoxera, que destruye toda la población de viñedos, escribe el historiador Bartomeu Barceló en el libro «¡Bienvenidos! Un segle de turisme à les Illes Balears».

Idilio en Port de Sóller en 1910. Foto: privada

Así, en la búsqueda de una salida a la crisis, se realizan por primera vez varias demandas para hacer del turismo una futura fuente de ingresos. «Mallorca, bien conocida, bien desarrollada, bien presentada, sería sin duda un destino destacado en primavera y verano», dice el escritor Miquel dels Sants Oliver en 1890. «El potencial está ahí. Cualquiera que quiera puede usarlo».

Con la creación de la Asociación Mallorquina de Promoción Turística en 1905, los esfuerzos para promover el turismo en la isla recibieron un impulso decisivo. En las décadas siguientes, el «Foment de Turisme» no solo hizo campaña para la comercialización de la isla como destino turístico, sino que también promovió el desarrollo de la infraestructura turística y la preservación del patrimonio cultural. Cada vez más mallorquines reconocen el potencial de la isla como destino de vacaciones, y a su vez se comienzan a construir nuevos hoteles, algunos de los cuales se han convertido en empresas turísticas de clase mundial a lo largo de los años como el Grupo Barceló o el emblemático Hotel Formentor, construido en 1929.

Llega la Guerra Civil

Esos años dorados en los que se comenzaba a construir y Mallorca ya comenzaba a definirse como un destino turístico con todas las letras parecía llegar a su fin con la llegada de la Guerra Civil Española y la Segunda Guerra Mundial, que supusieron un brusco revés para el desarrollo de Mallorca como destino internacional. Sin embargo, en las décadas de 1950 y 1960, cuando el régimen franquista se abrió al mundo y descubrió el turismo como una fuente de ingresos, la industria vacacional experimentó un auge sin precedentes, ayudado por el hecho de que en muchos países europeos los viajes ya no estaban reservados para los sectores ricos de la población.

De esta manera, el número de turistas atendidos en el aeropuerto mallorquín de Son Sant Joan, inaugurado en 1960, ha aumentado de poco menos de 640.000 a más de dos millones solo en los primeros cinco años. Y es que no pasó mucho tiempo más hasta que Mallorca se convirtiera en la «meca del turismo», un hecho que impactó en muchos ámbitos de la sociedad, especialmente en materia migratoria, pues decenas de miles de peninsulares vinieron a la isla para aprovecharse de su cómoda situación económica.

Los días en que los turistas eran recibidos en el aeropuerto con cestas de regalo y bailes folclóricos han quedado atrás. Foto: FAM

Al mismo tiempo que crece el negocio con los turistas, otras áreas de la economía se contraen, sobre todo la industria manufacturera y la agricultura. Todavía en 1933, la agricultura generaba tres veces más dinero que el turismo, y ya en 1973, el sector de servicios aportaba más del 50 por ciento de la producción económica total. Desde la década de 1990, la cifra ha sido de más del 80 por ciento. En ese punto, el turismo aportaba tal riqueza que el producto interior bruto de las Islas Baleares ha sido superior a la media española en varias ocasiones.

Comienza la era dorada

A partir de la década de 1960, el auge de la economía provoca una demanda cada vez mayor de trabajadores y atrae a decenas de miles de personas a la isla, primero de la península española, y más tarde de otras partes del mundo. Paralelamente, en Palma se empiezan a construir barrios residenciales enteros donde se asientan estos nuevos mallorquines. Si hace poco más de 100 años era todo un acontecimiento conocer a un recién llegado a la Mallorca rural, hoy en día uno de cada dos habitantes de Mallorca no ha nacido en la isla.

En las décadas de 1960 y 1970 ya existían playas completas, como Playa de Palma.

El turismo también cambia rápidamente la apariencia de la isla. El boom de la construcción, en gran medida desordenado, dio forma a las ciudades costeras de hoy en día. La expansión de la infraestructura necesaria para acomodar a un número cada vez mayor de personas avanza inexorablemente. «El proceso de destrucción del paisaje en Mallorca, la 'Balearización', que va de la mano con el turismo, se puede dividir aproximadamente en dos fases», escribe el historiador Thomas Wozniak.

«Un período de construcción rápida e incontrolada de hoteles desde la década de 1960 hasta la década de 1990, combinado con la imagen de 'sol, sexo y alcohol', y los intentos desde la década de 1990 de hacer que el turismo fuera más valioso, resultó en un consumo irrefrenable de tierra y recursos», destaca Wozniak, quién añade que «debido al aumento de la adquisición de fincas y terrenos en el interior de la isla, combinado con las correspondientes piscinas y el desarrollo de 24 grandes campos de golf en Mallorca, el uso del suelo también aumenta».

El turismo, bajo límites

Aunque en la década de 1950 ya existían las primeras voces críticas aisladas del turismo, no fue hasta la década de 1970 en el que surgió un amplio movimiento tras que grupos ecologistas como el GOB denunciaron abiertamente por primera vez la creciente destrucción del paisaje. Sin embargo, no fue hasta la década de 1980, tras el fin de la dictadura, que el primer gobierno autonómico intervino a través de regulaciones más estrictas. «Es de temer que los verdaderos desafíos, que requieren el coraje de dar pasos claros, aún estén en el futuro», escribe el historiador Thomas Wozniak.

Dichos intentos de regularizar y decrecer el turismo se hizo más patente entre el 2002 y 2003, cuando el Govern de izquierdas liderado por Francesc Antich implementaron por primera vez la tasa de alojamiento turístico, mejor conocida como «ecotasa», aunque con el cambio de gobierno fue retirada hasta 2016, cuando el Govern de Francina Armengol la introdujo por segunda vez y en esta ocasión de manera definitiva.

PALMA. MANIFESTACIONES. Los organizadores de la protesta avisan: «Saldremos a la calle hasta que actúen». Protesta contra a m
Protesta contra la manifestación turística durante el mes de junio. Foto: Pere Bota

De esta manera, a partir de este hito, todos los esfuerzos de crecimiento que se invirtieron durante las anteriores épocas comienzan a revertirse para buscar un turismo más sostenible y controlado. De esta manera, en 2020 el Govern balear aprueba un decreto ley para frenar el llamado «turismo excesivo», que, entre otras cosas, intenta regular el consumo de alcohol en hoteles de todo incluido.

Este cambio no viene solo de parte de instituciones políticas, sino de una ciudadanía cuyo hastío y desdén por la masificación turística se ve clara en las últimas manifestaciones que se han celebrado estos meses, concretamente las celebradas en Palma conectando el turismo de masas con la problemática de la vivienda, o la convocada el domingo 18 en Alcudia en la que los manifestantes bloquearon la avenida principal bajo el lema «Menys turisme, més vida». Estas protestas reflejan muy bien todo ese cambio de punto de vista tan radical sobre este fenómeno, que, hace tan solo unos cincuenta años, era visto como la solución perfecta para hacer de Baleares una comunidad económicamente rica y llena de oportunidades.