Tomás Aleñar, Maria Antònia Mateu y Lino Salas. | Teresa Ayuga

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El Teléfono de la Esperanza ha atendido el primer semestre de este año a un total de 2.065 personas en Baleares (con una media de once cada día). La gran mayoría de las peticiones fueron por un problema de incomunicación y soledad de fondo, mientras en 57 casos era por temática suicida.

Sólo para hacerse una idea del crecimiento de la demanda, antes de la pandemia, tres personas pedían ayuda la día. Pese a todo, este año podría verse un cambio de tendencia respecto al ejercicio anterior, «llevamos una década con campañas intensas, un tiempo en que se nota el surgimiento de entidades que echan una mano. Además, los medios han sido aliados indispensables para romper ese tabú y normalizar la ideación suicida, también que hablen de ellos los personajes conocidos», ha explicado Lino Salas, portavoz del Teléfono de la Esperanza en Baleares.

Es un problema que «está ahí» y en el que «hay que seguir trabajando», ha añadido Salas. Como novedad, ahora se dispone también de un Chat de la Esperanza para jóvenes de entre 16 a 25 años, «vimos que había que comunicarse igual que ellos», y se puso en práctica una experiencia piloto realizada con éxito en Málaga y Madrid. «La herramienta funciona. Hay que darle un buen uso al chateo, y los orientadores les motivan para que tengan un comunicación más real, no digital», comentó. Y es que existe una idea generalizada de que la soledad es cosa de la gente mayor, pero «se extiende por todo, los menores también se aíslan». A ellos les recomiendan acercarse siempre a alguien de confianza: «un vecino, un profesor alguien con quien rompan con la soledad sin que copien conductas grupales tóxicas». Para crecer en el proyecto, el Teléfono de la Esperanza requiere de nuevos y buenos voluntarios.