Aurelio Vázquez posando en el Passeig Mallorca.

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Después de cinco años en Hotel Investment Partners (HIP), del fondo de inversiones estadounidense Blackstone, Aurelio Vázquez regresa a la gestión hotelera. «Donde pertenezco», afirma quien ha sido un nombre clave del sector balear en las últimas décadas. Pasó por RIU e Iberostar, fue presidente de la Federación Hotelera de Mallorca y ahora formará parte del equipo de Summum Hotel Group de Javier Vich, que le ha reclutado para liderar su ambicioso plan de expansión.

¿Cuál será su rol en Summum?
Será completamente distinto al que tenía en HIP. Es una empresa hotelera en crecimiento donde hay que tocar todas las teclas de gestión comercial y operativa dentro de un ambicioso plan de expansión.

¿Cómo se va a enfocar ese crecimiento?
Yo creo que hay una oportunidad en el mercado en estos momentos de desarrollar una gestora de marca blanca. Se está dando un proceso de apetencia de las marcas por franquiciar. Los nuevos tiempos han roto el modelo clásico donde todo lo hacía uno mismo.

Vuelve al redil en un momento de pleno debate sobre el modelo turístico.
El desafío clave de nuestro sector es la transformación de la oferta. Se habla mucho de problemas derivados de los flujos de turistas pensando que está ahí la solución, pero la solución es transformar la oferta, cuantitativa y cualitativamente. Por otro lado, me quedo perplejo cuando oigo calificar de una manera tan alarmante la situación utilizando términos excesivamente duros, como masificación.

¿No cree que haya masificación?
Creo que tenemos una serie de problemas y alguien los ha llamado masificación, pero aquí el problema es un déficit de gestión política que viene de los últimos 15 años. Se ha estado pensando en actuar sobre la demanda cuando lo que hay que hacer es actuar sobre la oferta transformándola. Y eso se consigue básicamente diseñando incentivos para la inversión. El último ejemplo fue la Ley Delgado-Martínez, que permitió la entrada de mil millones de inversión. Por otro lado, hay que trabajar contra la oferta ilegal y dimensionar unas infraestructuras que fueron sobrepasadas hace 15 o 20 años, como algunos tramos de carreteras en los accesos a Palma, por ejemplo.

No le gusta llamarlo masificación. ¿Qué nombre le daría al problema?
Si tuviera que definirlo de alguna manera diría que no es que Baleares vaya a morir de éxito, es que va a morir de inacción.

¿Su opinión del Pacto por la Sostenibilidad del Govern?
Me parece muy inteligente lo que hecho Prohens. Vamos a abordar los problemas reales escuchando a todo el mundo. El problema no es que venga mucha gente, el problema es que si no transformas la oferta, esa gente seguirá viniendo. Si no ¿cómo lo evitas?¿Vas a poner policía en los aeropuertos de origen para que no vengan?¿Restringir el tráfico aéreo?

¿De decrecimiento ni hablamos?
Para mí, el verbo decrecer no se puede conjugar. No existe en el mundo de la economía, no es una opción viable. Tenemos que buscar la salida en la transformación y eso es un proceso que lleva su tiempo y que obliga a tener claros los objetivos. En caso contrario seguiremos dando vueltas y padeciendo situaciones que no queremos.

¿La falta de productividad es el gran problema?
Es un problema para el que no hay recetas mágicas, pero una es la que he apuntado: si transformas la oferta en un producto de mayor valor, el rendimiento por hora trabajada y por la inversión realizada es mucho mayor. Si derivas tu modelo de crecimiento en ingentes cantidades de personas con un valor medio-bajo, la productividad tiende a la baja y tienes un problema de sostenibilidad clarísimo: social, medioambiental y económico. Hay que transformar la oferta.

¿Transformar la oferta llevará a repercutir los beneficios en la clase trabajadora?
Por ahí tiene que pasar, es impepinable. Diseña los incentivos para que entre la inversión transformadora, acompaña esa inversión privada con la regeneración de las zonas turísticas, paseos marítimos... Si quieres traer clientes de mayor valor, amolda la oferta para que ese cliente acuda. Lucha contra la oferta ilegal y da los pasos para sacar del mercado la oferta obsoleta, que es residual pero aún dañina.

Entonces, cree que la solución es enfocarse en el turismo de élite...
Hay que tomar decisiones valientes. Hay perfiles de oferta que ya no tienen cabida. Eso de la democratización del turismo me parece fenomenal, pero yo quiero el turista de alto valor añadido. Y para eso hay que sacar un producto a la venta que no puedan permitirse esos perfiles que no quiero.

¿El alquiler turístico es el chivo expiatorio de los hoteleros?
El problema está en los plurifamiliares. Permitir el alquiler turístico en plurifamiliares es elevar ad infinitum la capacidad de alojamiento que tiene el destino y eso es un error gravísimo. No tiene ningún sentido que cualquier edificio sea potencialmente un hotel.

Récord turístico pero sin tanto gasto en la oferta complementaria. ¿Con los precios se nos fue la mano?
A la pregunta sobre si los precios deben ser altos, la respuesta es que sí. A quienes no les haya ido tan bien deberán ver si es que están sobredimensionados, o qué tienen que hacer para recuperar la capacidad de generar ingresos. Pero si tienes una oferta atractiva, vendrá ese segmento de demanda con mayor capacidad de gasto. Bajar los precios no es el camino, porque volveríamos a enganchar segmentos de demanda que no nos interesan.

Que nadie se eche las manos a la cabeza porque los alemanes se vayan a Turquía, pues.
Nosotros estamos en otra partida. Diseñar incentivos para la inversión privada y hacer acciones que redunden en una transformación real del destino con un mayor valor añadido. Vendrán los flujos que tengan que venir pero con aportaciones económicas mayores. Lo que no podemos hacer es empezar a pensar si bajamos los precios.

Decrecimiento no está en su diccionario. ¿Y numerus clausus?
Es evidente que hay una capacidad de carga limitada en un destino. Nos aseguraremos de que no se excede precisamente subiendo precios hasta que empiecen a recular determinados perfiles de la demanda. La idea es transformarnos para seguir creciendo en actividad económica, no en volumen.

¿Le preocupan las manifestaciones?
Sí, porque vivimos en un mundo global donde la comunicación fluye casi sin límites y en tiempo real. Si quiero viajar un sitio y veo por la tele pintadas contra el turismo, me iré a otro de los 250 sitios alternativos que tengo. Hay que ser conscientes de que hay una capa de la sociedad que quiere que haya cambios, con lo cual estoy totalmente de acuerdo. Pero tampoco hay que pegarle muchas patadas a la gallina que te pone los huevos, porque va a acabar cambiando de gallinero.

Solo coincide con e GOB o el Fòrum de la Societat Civil en la necesidad de un cambio.
Hay coincidencia en eso. El problema es cuando me dicen que hay que decrecer, porque no me parece de sentido común. Yo planteo seguir creciendo en actividad económica, no en número de visitantes. Tengo claro que vivimos en un territorio frágil y limitado, no hace falta que me convenzan de esto.

De la ecotasa tampoco hay que convencer ya a ningún hotelero.
Ya nadie discute la ecotasa y todo el mundo es consciente de que hay que abordar un proceso de transformación con un horizonte para los próximos 30 o 40 años que va a necesitar movilizar una enorme cantidad de dinero público y privado, revisar aspectos regulatorios y simplificar algunos procesos.