Inundaciones en Palma, a mediados de agosto, por el paso de una DANA. | miquel angel canellas

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Desde los años 70, la temperatura media de Baleares se ha incrementado 0,3 grados cada década, esto son 1,5 grados en medio siglo. La estación más calurosa de 2024 se despide hoy a las 14,44 horas sin los registros épicos de otros años, pero sí con nuevas y prolongadas olas de calor, danas catastróficas, muertes asociadas a las altas temperaturas y la sensación de que el verano no es lo que era hace unas décadas, ni volverá a serlo.

Sube el termómetro

«El calor será más fuerte, tanto por lo que dicen las tendencias observadas, como por lo que advierten los modelos de proyección climática», asegura el meteorólogo Agustí Jansà. Es más, «nuestra región se calienta de forma más rápida que el conjunto del planeta», pues la cuenca del Mediterráneo «funciona de forma semejante a la continental y el cambio climático afecta más a las altas latitudes».

Jansà afirma que el calor extremo aumenta de forma importante «y seguirá esta tónica». Y si en verano es cuanto más sube el mercurio, en primavera y en otoño también se ha notado un clima más suave con una alteración media de 0,2 grados al alza por década e incluso en invierno, aunque de forma menos drástica.

El profesor de Derecho Internacional Público y Relaciones Internacionales de la UIB y presidente del Comité de Expertos sobre transición Energética y Cambio Climático en Baleares, Pau de Vílchez, confirma que «vemos un aumento de temperaturas medias en cada estación que ya no corresponde a lo que era típico. Cada año batimos récords. ¿Toleramos que sigan aumentando o lo paramos?», pregunta y su respuesta es clara: «resignarse no es una opción». Este experto considera primordial intervenir para limitar el calentamiento global. «No es que haya un grado más, es que dentro de varios años serán cuatro o cinco», advierte.

De Vílchez subraya claramente los cambios estacionales. «La última vez que teníamos la concentración de gases invernadero que hay ahora fue hace 800.000 años y han pasado entre 2 y 3 millones de los índices de CO2 que ahora vemos, aparecía el homo erectus», explica. «Estamos cambiando las condiciones que han hecho posible nuestra evolución como especie tal y como se la conoce. La agricultura, las ciudades y la posibilidad de prever le clima que permite organizarse... Nos los estamos cargando y eso tendrá impactos en la disponibilidad de agua, en el sector primario, en los fenómenos atmosféricos», augura.

Los principales factores climáticos que afectan al Archipiélago son precisamente el incremento de la temperatura media, la disminución de la precipitación media y el aumento de eventos extremos, como olas de calor prolongadas o las lluvias intensas previstas, por ejemplo, previstas para este fin de semana.

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Lluvias violentas

El meteorólogo Agustí Jansà explica que un incremento de las temperaturas hace que la atmósfera se cargue de humedad, «a más calor, más agua», dice. Y si se sitúa en las capas bajas conduce a una mayor inestabilidad y a tormentas más violentas. El factor fatídico es la combinación de un mar caliente con la entrada de aire frío y hay que tener en cuenta que «al mar le cuesta calentar, su pico de temperatura no es a mediados de año sino a finales de agosto». Esto lo dice todo un experto, Damià Gomis, profesor de Física de la Tierra de la UIB y director del Laboratori Interdisciplinari sobre Canvi Climàtic (LINCC) confirma que «durante el otoño las temperaturas del agua son más altas de lo que teníamos porque hay más tiempo de calor».

La repercusión directa es que «las tormentas de otoño pueden ser más fuertes porque cogen humedad del mar y la liberan a la atmósfera. No quiere decir que haya más, pero sí que sean más virulentas». Y además de los daños y las consecuencias físicas de una dana ¿qué otra repercusión podría tener? Que el agua para el consumo humano se aproveche menos porque no se filtra bien. «Esta lluvia no es buena para las reservas hídricas, puede haber más sequía».

Gomis defiende que el verano ya se ha avanzado tragándose parte de la primavera. Eso implica más días de calor al año y también de estación seca por lo que es importante aprovechar el agua que caiga en otoño, pero no es lo único. «Más allá de las precipitaciones hay que señalar las extracciones. Los pozos y los acuíferos no bajan el nivel por el cambio climático, sino por su uso y sobreexplotación», señala.

Sube el nivel del mar

De seguir con el avance actual del calentamiento global hay que señalar otra importante consecuencia: el incremento del nivel del mar. «Sube por que se funde hielo de los continentes, glaciares y casquetes polares que van al mar y porque éste se calienta se dilata, lo que hace aumentar el volumen. Vamos a 3 milímetros anuales pero esto se acelera. Habrá playas que desaparecerán en 20 o 30 años».

Si a esto se le suma un mar más caliente «las especies buscan su temperatura de confort y habrá un cambio y sustitución de unas por otras», advierte Gomis, «pero la posidonia no puede migrar». Si sube la temperatura en invierno «no es problema porque lo aguanta, pero cuando está a más de 28 grados durante unas cuantas semanas seguidas no. La posidonia sufre en verano».

Hace años que el Mediterráneo supera los 28 grados de forma esporádica y se recupera pero «si las previsiones que tenemos son válidas cada verano estaremos por encima de los 28 grados durante semanas y no habrá tiempo de recuperación, todo un peligro para la base del ecosistema de Baleares».