Aurora Picornell, Catalina Flaquer, Antònia Pascual Flaquer, Maria Pascual Flaquer y Belarmina González Rodríguez fueron las conocidas como Roges del Molinar, algo así como las Trece Rosas que tanto impactaron en la mente colectiva de Madrid pero a escala local. De Aurora Picornell dicen también que fue la Pasionaria mallorquina. Comparte con las otras roges que sus vidas eran prácticamente anónimas y sus quehaceres cotidianos, hasta que la guerra irrumpió en sus vidas. Sus últimas palabras fueron premonitorias: «Podéis matar a hombres, a mujeres, a niños como el mío que todavía no han nacido ¿Pero, y las ideas? ¿Con qué balas mataréis las ideas?».
Picornell contaba aun pocos años cuando se empezó a interesar en las cuestiones políticas y sindicales en el Molinar, su barrio a las afueras de Palma con alma marinera. Una mujer costurera como ella tenía muchos derechos por delante que pelear, y desde su juventud participó del sindicalismo, antes de integrarse en la esfera del pujante Partido Comunista de España (PCE), y convertirse en una de sus líderes en las Islas. Su compromiso le llevó a participar en el Socorro Rojo Internacional, algo que comparte con otra referente democrática como Matilde Landa, quien acabó sus días penosamente en el penal de mujeres palmesano.
Con el triunfo del golpe de Estado de la junta militar que encabezó Francisco Franco la detuvieron en la Casa del Poble de Palma, otro símbolo del obrerismo mallorquín hoy en día desaparecido. En su solar alzarán pisos de lujo en contra de la opinión vecinal. A Aurora Picornell la encarcelaron, y aun tuvo tiempo de publicar un artículo en una revista republicana denunciando las condiciones de vida de las presas. Una Nit de Reis un escuadrón falangista la sacó de la cárcel junto a sus compañeras costureras. Alguna tan comprometida como ella, alguna otra apenas con vinculaciones políticas.
La crónica oficial señala que todas ellas fueron conducidas a Montuïri, para posiblemente ser violadas y torturadas. De allí los fascistas las llevaron a la tapia del cementerio de Porreres, donde en silencio y con el frío cortando la piel las ejecutaron sumariamente. Como a perros o peor que eso. ¿Cómo llegaron Aurora Picornell y el resto de Roges del Molinar hasta Manacor? La historia la reescribe la pluma de Aurora Picornell, la mujer que con su ejemplo de vida nos enseñó lo más fundamental sobre la libertad y la democracia.
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Lorenzo Lafuente Vanrell, abuelo del actual conseller del Mar y Ciclo del Agua, Juan Manuel Lafuente, fue uno de los 73 menorquines encarcelados en el barco-prisión Atlante que fueron ejecutados por orden de Heriberto Quiñones, pareja de Aurora Picornell. Quiñones, que en realidad era un espía moldavo enviado a España por Stalin llamado Yefim Gradonodowski, obligó a la viuda de Lafuente a abandonar su domicilio 24 horas después de haber asesinado a su marido para instalar allí la sede del Partido Comunista de Baleares. Menos de 20.000 personas habitaban en la ciudad menorquina de Mahón cuando estalló la Guerra Civil. Más de 150 fueron asesinados por las fuerzas republicanas en agosto y en noviembre de ese mismo año 1.936. 85 en La Mola a golpe de ametralladora, 73 en las playas o en el mismo puerto pocos meses después como represalia por los bombardeos efectuados por la aviación italiana enviada por Mussolini. La identidad de los ejecutados la decidió Yefim Granodowski o, como se le conocía entonces, Heriberto Quiñones González, pareja de Autora Picornell, mártir de cabecera para el Partido Socialista en Baleares y sus socios. La ejecución en masa de casi un centenar de sus vecinos que permanecían prisioneros en el interior del Atlante, anclado en el puerto, quedará siempre adherida a la memoria negra de la historia menorquina, pero no fue ni mucho menos un episodio aislado. Los barcos-prisión, o checas flotantes, se convirtieron en un patíbulo habitual desde que en agosto de 1936 fuera asaltado el Isla de Menorca, anclado en el Grao de Castellón, por una turba ante la que por supuesto no opuso ni la menor resistencia la policía republicana. El autodenominado Comité Popular Antifascista, formado por socialistas, comunistas y anarquistas, llevó a los 57 presos a las playas del Pinar y de Almazora y allí los asesinaron. Los más afortunados fueron fusilados. El resto cayó a machetazo limpio. El Isla de Menorca se trasladó luego al Club Náutico de Barcelona para hacerle compañía al Uruguay, al Argentina, al Villa de Madrid y, sobre todo, al Río Segre. Sólo en este último barco, que alojaba a 300 prisioneros, fueron sentenciados a muerte 218. Del Alfonso Pérez, fondeado en Santander, salieron 156 ejecuciones el 27 de diciembre de 1936, todas ellas independientes por supuesto de las tres checas que funcionaron en la ciudad cántabra a pleno rendimiento para «limpiar» el entorno de «fascistas». Por «fascista» se entendía todo aquel que no comulgara abiertamente con el comunismo o el anarquismo o que no se prestara a hacer apostasía pública de la religión católica. Fue el caso de la monja Apolonia Lizárraga, que se negó a perjurar de su fe. Tras ser torturada en la checa de San Elías, en Barcelona, la colgaron por los tobillos y la aserraron viva. Luego arrojaron sus restos a los cerdos. Cualquier puerto de España bajo el control republicano era candidato a albergar una checa flotante. Hubo dos en Mahón, aunque la peor fue la del Atlante. El historiador Juan José Negreira Parets, en su libro «Menorca 1936. Violencia, represión y muerte», lo describe con detalle al recordar lo sucedido con la primera «saca» de prisioneros, el 18 de noviembre de 1936: «cincuenta personas fueron asesinadas de forma inhumana a tiros y machetazos nada más bajar del barco». No todos eran menorquines. Al sacerdote ibicenco José Planells lo llevaron al día siguiente junto a otros 22 condenados al cementerio de Es Castell, en Villacarlos. Allí les esperaban un pelotón de fusilamiento y dos sepultureros. Lorenzo Lafuente Vanrell fue una de las 73 personas que perdieron la vida en aquellas trágicas 48 horas. Comandante de Infantería retirado. Caballero de la Orden Civil de Alfonso XII, de las militares de San Hermenegildo y del Mérito con distintivo rojo, condecorado con las Medallas de Marruecos, de la Paz, del Centenario de las Cortes de Cádiz. Miembro de la Academia del Mediodía de Francia, Corresponsal del Museo de la Infantería Española, Secretario del Ateneo de Mahón en su fundación en 1.905. Hijo Ilustre de Mahón. Lorenzo Lafuente era una persona «altamente peligrosa», según la República. Escritor e historiador de vocación, destruyó las armas que conservaba cuando estalló la revuelta porque no quería causar daño a ningún compatriota. Nacido en 1.881 en Mahón fue asesinado a los 55 años dejando viuda y tres hijos. Su nieto se sienta hoy al frente de la Conselleria de Mar y Ciclo del Agua, una cartera de nueva creación en Baleares. Su padre, vivo todavía a los 94 años, vivió en primera persona el día en el que Quiñones, tras haber asesinado a su progenitor, les obligó a abandonar el domicilio para instalar allí la sede del Partido Comunista de Baleares. Todos y cada uno de los prisioneros en el Atlante estaban bajo la custodia de las autoridades de la República, que no hicieron absolutamente nada para evitar que milicianos rojos les sacaran del barco para ejecutarles. Nadie se atrevió a contradecir las órdenes de Heriberto Quiñones, que había llegado a Menorca en septiembre de 1936 frustrado por no haber podido participar junto al capitán Bayo en la expedición que fracasó en su intento de conquistar Mallorca. «Estoy aquí para limpiar la isla de fascistas», dijo tras poner un pie en Mahón. A fe que cumplió su palabra. En 1936 se desató en Baleares el infierno en la tierra. Mientras en Menorca los republicanos ejecutaban a todos aquellos que consideraban «fascistas», en Mallorca las tropas italianas del Conde Rossi hacían lo mismo con los de izquierdas. Nunca se sabrá cuántos inocentes perdieron la vida. Según difundió el Govern de Armengol en 2019 hubo 2.007 asesinatos en Baleares en la Guerra Civil, pero por supuesto sólo cuenta las víctimas del bando republicano. Las otras para ella nunca existieron. Lorenzo Lafuente y los otros 72 ejecutados del Atalante son, para el socialismo, hojas en blanco.
Estás mujeres fueron asesinadas y la gente justificando su ejecución diciendo que su marido era un asesino comunista, así nos va en este país de pandereta
La mujer de un asesino, pero como era comunista, se le perdona todo
Panfleto comunista.
Nico, Nico, tendrías que leer un poco más, cultivarte más y no dejarte llevar por la exaltación. Fue asesinada en enero del 37, en plena guerra civil, como tantos otros en ambos bandos. Durante una guerra, el régimen franquista empezó en el 39. Lee
Pues por lo visto la verdad dista mucho de la que algunos nos quieren hacer creer. No es la santa que defienden.
El legado de libertad de una estalinista, lo que hay que leer. 8-O
No me puedo creer que haya un instituto publico con el mombre de una comunista, esto es adoctrinamiento puro y duro, en lugar de poner nombre a cientificos, medicos, y personas que han aportado a la sociedad, por eso tenemos la sociedad socialcomunista que tenemos, cafa vez mas hundida en la la miseria, sin valores
Vaya pandilla de trolls unineuronales, que solo os da para aporrear un teclado. De vergüenza ajena. Todos sabéis lo que pasó en los años 30; cuñadismo de barra de bar, de libro. No habéis sacado la cabeza del trasero de vuestro amo en vuestra miserable vida. Aquí, de momento, de lo único que hay pruebas es de que fue un ser humano al que le pegaron una paliza y tres tiros en la cabeza. Mofándose y justificando eso, demostráis que soys una subespecie del homo sapiens, que habéis evolucionado lo justo para ser unos desgraciaos
AutolocoLes vull veure…