Bruno de Marchi posa en Palma con su libro, ‘I superstiti de la Corazzata Roma’. | Pere Bota

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El mallorquín Bruno de Marchi ha publicado en Italia I superstiti della Corazzata Roma, que relata la llegada a Baleares de 627 supervivientes del hundimiento del acorazado Roma, una de las joyas de la corona de la Regia Marina, por el impacto de dos bombas de aviones alemanes el 9 de septiembre de 1943, en plena Segunda Guerra Mundial. Con casi 2.000 tripulantes en el Roma, unos 1.300 resultaron muertos o desaparecidos y los 627 supervivientes fueron rescatados por otros buques italianos. Buscando un país neutral para refugiarse, fueron repartidos entre Maó y el Port de Sóller. En ese momento, Italia y sus fuerzas armadas se debatían entre alinearse con los aliados o seguir fieles a Benito Mussolini.

De Marchi explica que «mientras a Maó llegaron más de 500 supervivientes, en el Port de Sóller desembarcaron 102, donde permanecieron hasta principios de enero de 1944. Toda esa marinería italiana fue trasladada entonces a Caldes de Malavella, en Girona, hasta que finalmente regresaron a Italia en julio de ese mismo año».

Además del interés investigador, Bruno de Marchi tiene una relación personal con la tragedia del acorazado Roma: es hijo de uno de los supervivientes, Mario de Marchi, natural de Candiana, en la provincia de Padova. En los años 50 se casó con su novia de siempre, Innocenza. De ese matrimonio nacieron tres hijos, entre ellos Bruno en 1957. Sin embargo, la madre de Bruno falleció cuando éste tenía tres años. Durante su estancia en Mallorca, Mario había tenido una relación con una sollerica, Catalina Bennàssar. Cuando Mario enviudó, decidió retomar la relación con Catalina y regresar a Mallorca, donde se casaron. Mario y sus tres hijos llegaron a Sóller en 1963.

Un episodio balear de la Segunda Guerra Mundial

Bruno de Marchi señala que «en Mallorca, mi padre tuvo diversos empleos, todos ellos mal pagados, cuando en Italia trabajaba en una central eléctrica y tenía casa y coche. Nunca habló del Roma hasta 1972, cuando sí nos contó algo, no demasiado, y los tres hermanos quedamos atónitos. No le gustaba recordar todo aquello. Mi padre murió en 1980, con 60 años de edad».

Bruno empezó a interesarse por esa historia. En 2002 se estrenó en Italia un documental sobre la tragedia en el que participó como familiar de superviviente. Se decidió a investigar en profundidad la documentación de su padre e indagar en archivos españoles e italianos. En 2023 colgó en internet un resumen de su investigación y se dirigió a diversos editores italianos para publicar su trabajo. Sólo uno, Luglio, le respondió.

Un episodio balear de la Segunda Guerra Mundial

De Marchi destaca que «las condiciones de los marineros italianos en Mallorca y Menorca fueron penosas, en una España que tenía serias dificultades ella misma para salir adelante. Había heridos y la atención médica era deficiente, al igual que la alimentación de todos esos cientos de tripulantes. Ni siquiera había combustible para que los barcos pudieran salir».

El acorazado Roma, de muy reciente fabricación, era el buque de mayor potencia ofensiva de la Regia Marina y, en septiembre de 1943, formaba parte de una flota que, en principio, se dirigía a Malta para entregarse a los aliados, aunque hay diferentes versiones al respecto. En cualquier caso, debía tener una cobertura aérea aliada, pero la flota iba con retraso y, cuando ya debía haber llegado a Malta, todavía se encontraba entre Córcega y Cerdeña. Aviones alemanes que habían salido del sur de Francia llegaron antes. Las defensas antiaéreas italianas no tenían alcance suficiente. La mayoría de bombas alemanas no lograron sus objetivos, pero dos de ellas alcanzaron al Roma, cuyos restos están localizados a una gran profundidad.

Un episodio balear de la Segunda Guerra Mundial

Con el hundimiento, siete buques italianos recibieron la orden de permanecer en la zona para rescatar a los supervivientes: cuatro se dirigieron a Menorca y tres a Mallorca. Una vez arribados, el franquismo prohibió cualquier publicación en prensa al respecto y la población civil no podía acercarse ni hacer fotos de los barcos italianos.