Mona Achkar y Álvaro Bueno posan en su cocina de la vivienda prefabricada.

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Una casa de campo mallorquina en el nordeste de Mallorca, en un terreno con vistas privilegiadas, piscina para refrescarse de los rigores del verano y en municipio de Santa Margalida en la que moverse por toda la Isla es factible. ¿Y si les decimos que en realidad es una casa prefabricada, realizada con cuatro antiguos contenedores marítimos que han dado forma a una vivienda con una cocina abierta al salón, tres dormitorios con sus respectivos baños y un montón de espacio de almacenaje? El sueño de cualquiera, ¿verdad? En este caso era el anhelo de Álvaro Bueno y Mona Achkar, un matrimonio radicado en Ginebra (Suiza) que lleva años enamorado de Mallorca.

Esta pareja, él nacido en Jaén y ella de orígenes libaneses, lleva mucho tiempo veraneando en Mallorca y hace un par de años decidieron emprender el proyecto de adquirir una segunda vivienda en la que pasar temporadas y retirarse en un futuro cercano. No tuvieron dudas de que Mallorca era el lugar perfecto, pero como explica Mona «no somos ricos, no podíamos comprar cualquier cosa. Teníamos un presupuesto ajustado. Lo que no sabíamos es que sería casi una aventura encontrar ese refugio que buscábamos», dice.

Imagen de la casa prefabricada ya terminada.

En un primer momento empezaron a buscar casas en venta en pueblos de Mallorca. «La idea era adquirir una vivienda y restaurarla nosotros mismos porque nos gusta ese tipo de retos, pero las casas que veíamos no nos convencían o se pasaban de presupuesto. Con el tiempo nos dimos cuenta de que necesitábamos también terreno, porque vivimos en un piso en Ginebra, así que dejamos de lado la primera idea y empezamos a interesarnos por casas de campo con terreno por toda Mallorca. Nos dimos cuenta de que tampoco llegábamos con nuestros ahorros», confiesa Álvaro.

Apostaron por una tercera vía: comprar un terreno, que encontraron en la zona de Santa Margalida, y construir su propia casa. Hasta que un día alguien les habló de la moda de las casas modulares, más económicas y cada vez más en boga; ahí surgió el germen de su actual vivienda. Buscaron empresas en España y se toparon con la realidad de que no había muchas empresas que elaboraran viviendas contenedores; por ejemplo, en Mallorca no hay ningún negocio de esas características. Y en Portugal, por ejemplo, donde es más habitual tener este tipo de casas, el traslado a Mallorca suponía un coste inasumible para la pareja.

Para entrar a vivir: cuatro contenedores convertidos en una casa de campo
La pareja ante la casa prefabricada.

Al final encontraron a Vicente Serrador, arquitecto técnico de The Corten co., una empresa radicada en la Comunitat Valenciana, que les ofreció todo lo que Álvaro y Mona buscaban: una casa a medida solo en seis meses. Pero los problemas no dejaron de llegar. Se toparon de bruces con la burocracia de las instituciones de Mallorca. Venir de Ginebra para firmar papeleo y la compra del terreno se convirtió casi en una misión imposible. Y llegó la pandemia de coronavirus. «Nuestro abogado consiguió que un día firmáramos todo. Unas horas después tuvimos que coger un avión de urgencia para volver a casa. Pedro Sánchez anunciaba el confinamiento por el coronavirus. Era el 16 de marzo», recuerda la pareja.

La pandemia hizo que todo el proceso se alargara hasta una niveles insoportables. Tardaron dos años y medio en conseguir la licencia para poder instalar su casa. Vicente Serrador, arquitecto técnico de The Corten co., explica que «fabricamos casas confortables de diseño pensadas desde el primer momento para vivirlas. Esta pareja tenía las cosas muy claras. Buscaban una vivienda a medida, con estética mallorquina para adecuarla a la zona de la Isla. Eso es lo que les ofrecimos», explica Serrador.

Dos imágenes de la instalación de la casa. FOTO: The Corten co.

Para la construcción de la casa utilizaron cuatro antiguos contenedores marítimos que dieron forma a una casa de 120 metros cuadrados adaptados a los intereses de la pareja. En un principio se pensó en colocar grandes ventanales de cristal en cada lado de la casa, pero la idea se desechó porque Mona estaba enamorada de las persianas mallorquinas, así que se instalaron ventanas más pequeñas.

En este sentido, el arquitecto técnico apunta que las viviendas modulares se están poniendo de moda en tiempos donde la crisis habitacional es uno de los principales problemas en el país. «Este tipo de viviendas se elaboran en un plazo de seis meses, al gusto del comprador, con un precio fijado y sin sorpresas», recuerda. Quizá por eso, esta empresa, que trabajaba por primera vez en Mallorca, ya tiene otro encargo, esta vez en Palma.