Caterina seguí, con el teléfono de juguete que le regalaron las compañeras en su jubilación. | Elena Ballestero

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Caterina Seguí Capellá trabajó 46 años como telefonista en el Ajuntament d’Inca. Desde su jubilación hace ahora 12 años su plaza no se ha cubierto. No es un caso aislado. La tónica general es sustituir a las personas por centralitas a automatizadas.

Usted fue durante muchos años la voz del Ajuntament y tras su jubilación su plaza nunca ha sido cubierta.
— Sí. Yo trabajé como telefonista durante 46 años en el Ajuntament d’Inca. Empecé con 18 años con una centralita de cables como las de las películas. Al principio teníamos que pedir a las operadoras de telefónica que nos pusieran con quien necesitáramos hablar… De eso hace muchos años. El Ajuntament no ha tenido ninguna otra telefonista. Siempre he sido yo. Bárbara, la ordenanza, me suplía en las vacaciones.

Ahora apenas quedan telefonistas en Mallorca. ¿Es un oficio en riesgo de extinción?
— Creo que sí. No quedan pero tendría que haber. Siempre le digo al alcalde Virgilio Moreno que cuando me jubilé tenían que haber puesto a una persona. La voz que suelta ahora en la centralita del Ajuntament es la mía porque Virgilio Moreno hizo un pleno para recuperar mi voz. Me llamaron y dije que sí. Leí todas las frases que me trajeron apuntadas. Ahora pienso que cuando salta mi voz y te pasa con la extensión y no te lo coge nadie (cosa que pasa mucho) soy yo la que quedo mal. Mi plaza nunca se ha cubierto.

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Hay quien dice que los robots no quitarán los puestos de trabajo sino que servirán para quitar a las personas las cargas más pesadas.
— Donde antes estaba yo ahora no hay más que una máquina. La centralita del Ajuntament d’Inca es la misma que había cuando yo me jubilé pero no se ha contratado a nadie. Cuando mi voz dice que te pasa con un número de extensión nueve de cada diez veces no te contesta nadie.

¿Cómo se siente cuando llama al médico, a la administración pública o incluso a su compañía telefónica y le habla un robot?
— Me enfada. Desde la pandemia cada día va a peor. Que la gente tenga que pedir cita para ir al ayuntamiento, que es la casa del pueblo, es algo que no puedo entender de ninguna manera. Me molesta mucho que mi compañía de teléfono me atienda con una máquina. Detrás de los teléfonos de atención al público tendría que haber siempre una persona. La máquina no te soluciona los problemas y si salta la extensión y la persona del departamento no está en ese momento no cogen el teléfono y no puedes dejar recado. Yo antes cogía todas las llamadas y pasaba todos los recados.

¿Falta humanidad?
— Así es. No es tan humano. Ahora, con los móviles y con internet todo ha cambiado mucho, pero antes el teléfono del ayuntamiento siempre sonaba. ¿Sabes lo importante que es que te conteste una persona? Antiguamente había gente que llamaba para saber qué farmacia estaba de guardia o para pedir una ambulancia, para que avisáramos a los bomberos...Yo siempre estuve allí para ayudar. He sido muy feliz y he conocido a mucha gente. Ahora bien, el día que llegó la primera centralita automatizada fue el día más feliz de mi vida porque ya podía marcar. No tenía que pasar por las operadoras de telefónica. Desde entonces ha habido tres centralitas digitales y la de ahora es la mejor, porque ya estaba cuando me jubilé y no la han cambiado. Hace dos meses me llamaron porque había reorganizado algunos departamentos y me pidieron que volviera a grabar mi voz. Lo hice. Al menos no responde la voz de un robot.