El mundo del turismo y el sector empresarial mallorquín y español están de luto. Todo un referente del campo turístico como ha sido Gabriel Escarrer Juliá (Porreres 1935-Palma, 2024) ha fallecido este martes a los 89 años. Su historia, supone todo un legado personal y profesional que empezó a escribir a mediados del pasado siglo, vinculándose inicialmente al alquiler para dar el salto tiempo después a un gran proyecto empresarial que hoy es todo un referente en el sector a nivel internacional: Meliá Hotels, de la que era presidente de honor tras delegar todas sus funciones en su hijo Gabriel Escarrer Jaume.
El jovencísimo Escarrer, con tan solo 21 años, en un primer momento alquiló por 150.000 pesetas al año un caserón de 34 habitaciones y 60 plazas, el hotel Altair en pleno barrio palmesano de Son Armadans. Ese fue el punto de partida de Sol Meliá, la primera pieza de su proyecto empresarial con el que fue ganando terreno y peso en un momento de crecimento álgido. A pesar de que los inicios no fueron fáciles, Escarrer continuó alquilando hoteles en todas las islas y en 1965 puso en marcha Hoteles Mallorquines, justo en el momento en que se produjo el boom turístico en la Isla.
Bajo el lema «pasión por el servicio», Gabriel Escarrer utilizó sus conocimientos sobre los mercados emisores, sobre todo el británico, para estrechar las relaciones con los touroperadores y ofrecer productos atractivos para los turistas que visitaban las islas en esos años iniciales de la potente industria que sustenta hoy la economía del archipiélago y se ha expandido por todo el planeta. Fueron años de esfuerzos y finalmente en los años 80 se produjo una reorganización en el equipo directivo para empezar la gran expansión de la empresa hotelera bajo el nombre de Grupo Sol.
Este movimiento coincidió con la expropiación del Gobierno socialista en 1984 de Hotasa, por lo que Escarrer pasó de tener 60 a 90 hoteles. Tras Hotasa sucede lo propio con Entursa, sumando ya 126 hoteles. Es aquí, donde se plantea el hecho de la internacionalización, con la inauguración en 1985 del Bali Sol. Dos años más tarde incorpora Hoteles Meliá. A partir de ahí, se inició un proceso expansivo imparable en México, Cuba, República Dominicana, Venezuela, Colombia, Turquía, Marruecos, Túnez, Egipto un largo etcétera de países más.
La entrada de la segunda generación, principalmente en 1993 de sus hijos Sebastián y Gabriel, supuso un cambio de rumbo para él, para su compañía, su familia y trayectoria de la cadena. Llegó la modernización, la salida a Bolsa en 1996, la apuesta por la comercialización on-line, las alianzas y la adquisición de Tryp Hoteles. 67 años después de ese primer alquiler, Gabriel Escarrer Juliá daba un paso al lado, en 2023, para nombrar presidente del Grupo Meliá Hotels International, a su hijo Gabriel Escarrer Jaume. A sus espaldas, numerosos reconocimientos, como el doctorado Honoris Causa por la Universidad de las Islas Baleares (UIB) o la Medalla de Oro de la comunidad, entre otras, como el Siurell de Plata de Honor.
«De pequeño, mis amigos me llamaban 'el extranjerito', porque era alto, flaco, rubio, y además, sabía idiomas», le confesaba años atrás el propio Escarrer al periodista Miguel Vidal en su libro Mallorquines irrepetibles. Criado en el seno de una familia humilde, su padre, Sebastián Escarrer Barceló, era empleado de Emaya y peleó para sacar adelante a su familia, a los cuatro hijos que tuvo con Jacoba Juliá Gornals, madre del reputado empresario fallecido este martes: Gabriel, María, Rafael y María Antonia.
Padre de seis hijos (María Magdalena, Ana, María Antonia, Mercedes, Sebastián y Gabriel), fruto de su matrimonio con Ana María Jaume Vanrell, siempre quiso que la siguiente generación tuviera la formación que siempre reivindicó desde su juventud y los orígenes de su imperio empresarial.
Pasó poco tiempo en su Porreres natal, porque a los tres años, sus padres se mudaron a Palma, a la barriada de El Terreno, que en los años 40 del pasado siglo era una zona residencial, como paso previo a su crecimiento turístico, con la aparición de hoteles como el Mediterráneo, Victoria, Virginia, Alzina o Rogel.
En plena adolescencia, su inquietud le llevó a estudiar idiomas, inglés especialmente y francés. «Me hacía ilusión explicarles el camino al Castillo de Bellver a los pocos extranjeros que había por entonces en Palma», recordaba el propio Escarrer. A los 21 años, tras un tiempo trabajando para Wagonlit Cook, de la que fue responsable en la Isla de su departamento de extranjeros y reservas de hoteles, creyó que tener un hotel propio le llenaría. «Así fue como puse mi puse mi primer hotel en Son Armadams, el Altair; luego, un segundo, la Residencia Marbella, y un terccero que sería el despegue definitivo, el Hotel El Paso, en el que yo era el director, el comercial y hasta el pinche», bromeaba tiempo atrás.
Ese crecimiento como empresa llevó a ser considerado por el Gobierno de España como una de las mejores representaciones del país en el extranjero, ya que había llegado a tener presencia con sus hoteles y empresa en países en los que no había ni representación diplomática oficial de nuestro país.
El Hotel El Paso fue su primer gran paso en su apasionante vida empresarial, y ya en el lejano 1956, al emprender la explotación de un pequeño hotel en Palma, el Altair, no podía imaginar que iba a ser un referente mundial en el campo del turismo. «Siempre tuve vocación de empresario. No pude estudiar ninguna carrera, pero a los 24 años, un día antes de casarme -con Ana María Jaume Vanrell, el 12 de noviembre de 1959-, firmé la compra de mi cuarto hotel y fue entonces cuando decidí dedicar más tiempo a formarme profesionalmente», añadía Gabriel Escarrer.
Se esforzó en acabar sus estudios de Comercio en el colegio La Salle de Palma y durante su periodo en la agencia de viajes trabajó de sol a sol y de manera incansable, llegando a contabilizar en un mes hasta 134 horas extra, una media de cuatro y media diarias. De noche, solía esperar la llegada de turistas que venían en barco para llevarlos a los hoteles, compitiendo con otros jóvenes en lo que ellos llamaban 'Olimpiadas', con deportes como carreras, partidas de tenis de mesa o partidos de fútbol para matar el tiempo. Escarrer destacó como deportista en atletismo, siendo subcampeón escolar de Balears de 100 metros lisos, con una marca de 11.02, Incluso destacó en los 200 metros, triple salto o salto de altura...
Pero el turismo era la pasión verdadera de Escarrer, que con 20 años se marchó a Londres, para participar en un 'trainning' con la potente agencia Thomas Cook, conociendo la manera allí de captar clientes de otras agencias y alojarlos en los hoteles de Palma. Conocía los campos de la contratación, recepción, transporte y tránsfer. Le faltaba el alojamiento y se fijó como meta tener su propio hotel
Tuvo claro siempre que Mallorca tenía por entonces ya potencial, pero faltaba formación. Con 21 años, Gabriel Escarrer comenzó a explotar el hotel Altair, cuya propietaria, Carolina Arozarena, se lo alquiló bajo una serie de recomendaciones que le proporcionaron su padre, el director de Wagonlit, José Palou, y el párroco del barrio. En los inicios, el futuro empresario de éxito hizo de recepcionista, relaciones públicas, comercial, comprador y director del mismo establecimiento.
En los tres años siguientes logró la explotación de otros dos hoteles en los que su esposa participó en la organización y gestión de esa pequeña cadena en calidad de gobernanta. En los años 60, la opción del adelanto de pagos por parte de los touroperadores le permitió ampliar su oferta e incorporar más hoteles en régimen de alquiler, todos en la zona de la Bahía de Palma. «El empresario que quiere triunfar no sólo tiene que vigilar sus negocios, por aquello de que el ojo de amo engorda el caballo, sino que tiene que saber rodearse de un buen equipo profesional con una máxima muy importante: los cargos no se otorgan, se conquistan», decía el empresario.
Las bases financieras de los recursos propios, reinvirtiendo los beneficios de explotación en los establecimientos alquilados, permitió allanar su crecimiento, formando también un equipo humano que le permitió diversificar su empresa, «y entonces decidí abrir hoteles en Canarias y la Costa del Sol, siempre dentro de la gama del hotel vacacional».
La implicación de su familia fue otro pilar en el crecimiento de la empresa, que daba pasos a finales de los 60 y principios de los 70 centrándose en la contratación de sus hoteles con los touroperadores, en la construcción y comercialización de sus nuevos establecimientos, visitando agencias de viajes de toda Europa con las maletas cargadas de folletos, ganándose la confianza de los mayoristas.
En la década de los 70, sumó a su oferta establecimientos emblemáticos como el Meliá Victoria, Palas Atenea o Bellver, además de crecer en diferentes destinos de la Península antes de dar otro salto más vertiginoso: al otro lado del Atlántico, con el Caribe en el punto de mira, y también al sudeste asiático, siendo pionero en un destino como Bali. A mediados de los 80, la empresa ya gestionaba 126 hoteles.
«En 1987 adquirimos Meliá, que nos abrió las puertas a un mercado elitista, porque Meliá tenía una gran reputación, un gran nombre, principalmente con hoteles de cinco estrellas. Es nos abrió la posibilidad de abarcar hoteles de tres, cuatro y cinco estrellas y estar en todos los segmentos», refería Gabriel Escarrer, que hizo suyos los 22 hoteles del grupo luxemburgués, por delante de cadenas como Sheraton, Wagonlit o Hilton, entre otras, para más adelante (1996) ser la primera empresa hotelera europea en lograr el certificado de calidad ISO 9002.
Se sucedieron desde entonces aperturas en América, sudeste asiático o el Caribe, además de en diferentes países europeos. La expansión era la marca que definía a una empresa que sumó la estrategia de franquicias, sin dejar de lado la importancia del lugar en el que todo empezó: Mallorca.