«Vamos a hacer la electricidad tan barata que solo los ricos quemarán velas». La frase, atribuida a Thomas Edison, puede parecer casi un chiste en un mundo que llegó a poner un impuesto al sol, pero no lo es.
Hubo una época de pioneros que imaginaron un mundo sin sombras y la electricidad marcó el pulso de aquellos tiempos. Aunque las primera prueba de la aplicación práctica de la electricidad en España la encontramos en una pequeña farmacia de Barcelona en 1852, la luz llegó a los primeros hogares españoles en el año 1881. Sostres, un pueblo asturiano, fue el primero al crear una red de alumbrado público para sus calles y casas poniendo al alcance de todos sus vecinos lo que hasta entonces estaba reservado para el sector industrial.
En Baleares la primera fábrica de electricidad entró en funcionamiento en 1901 en Alaró. Los hermanos Perelló Pol, deslumbrados por lo que habían visto en sus viajes a Cataluña, convencieron a sus convecinos de las ventajas del moderno sistema eléctrico que no solo alumbraría su fábrica de jabón y aceite, sino también las viviendas del pueblo. Construyeron una central y una red de distribución primitivas, inauguradas el 15 de agosto de 1901.
«Muchas veces es difícil establecer quién fue el primero en tener electricidad porque podemos estar hablando de un motor para uso agrícola o de pequeñas unidades de producción que daban servicio a pequeños grupos de casas. Lo que podemos decir es que Alaró es el primer municipio que se lo toma en serio, el primero que hace una electrificación masiva y el primero en tener una central importante. Palma hacía electricidad con anterioridad, pero no daba servicio a todas las casas», explica Miquel Marín, experto en Historia de la electricidad y responsable de la Fundación Endesa.
Aquella primera central se alimentaba del carbón extraído de las minas de lignito del pueblo, que se trasladaba con un antiguo ferrocarril que conectaba Alaró y la estación del tren de Consell. De la primera fábrica de electricidad aún se conserva la torre, rehabilitada con motivo del centenario de su inauguración y que debía convertirse en el Museo de la electricidad de Mallorca. Se invirtieron más de 40 millones de pesetas (240.000 euros) de fondos públicos para restaurar su estructura y dotarla de una completa exposición que desapareció sin pena ni gloria.
Han pasado ya más de dos décadas de aquella efeméride sin que el museo haya llegado a ver la luz. Si aún queda alguna posibilidad, aunque sea remota, de darle forma, Alcúdia es el municipio con más papeletas para llevarse la gloria. El Consell de Mallorca anunció la legislatura pasada, tras hacerse con la antigua central de Alcanada, su intención de rehabilitar el complejo y convertirlo en un centro museológico de referencia, aunque lo cierto es que a día de hoy, ni siquiera se ha descontaminado el solar y la fábrica de electricidad diseñada por Ramon Vázquez Molezún, amenaza ruina.
Igual que ocurre con el museo fallido, en Mallorca, antes que la de Alaró hubo otras iniciativas eléctricas que no prosperaron, como la de Niceto Miguel, que en 1893 solicitó formalmente al Ajuntament de Palma los permisos para poner en marcha una máquina de electricidad aprovechando la fuerza de las olas del mar.
«Históricamente, y en el marco de una sociedad agraria como la mallorquina, han existido iniciativas de toda clase que han resultado determinantes para los cambios económicos que ha conocido la Isla. Veterinarios, empresarios agrarios, industriales y pequeños payeses, han protagonizado acciones individuales que han tenido una trascendencia colectiva mucho más importante de lo que el hombre ha podido imaginar. El caso de los inicios de la electricidad en Mallorca es una muestra bien elocuente», escribe Gaspar Pizà i Rosselló en su libro L'electricitat a Alaró (1901) Història de la primera central elèctrica en Mallorca.
El libro La electrificación de Mallorca, editado por Gesa en 1986, da cuenta también de algunas anécdotas de aquella gesta. «La fábrica de los hermanos Perelló estaba situada en la calle Qui no passa, rebautizada con el tiempo como Plaza de la Electricidad y que actualmente recibe el nombre de calle Gaspar Perelló. El día de la inauguración las instalaciones no estaban completamente terminadas y solo hacía cuatro días de la firma con el Ajuntament de un contrato para la explotación del alumbrado público que contaba con entre 50 y 100 farolas».
No fue un camino fácil. Los abonados pagaban por número de bombillas, no por contador. La fábrica requería de constantes inversiones tecnológicas y los fraudes eran frecuentes. Ya fuera, por una u otra razón, la fábrica que les hizo pasar a la historia, acabó llevando a la ruina a los hermanos Perelló que con el paso del tiempo vendieron sus instalaciones y todas sus redes de distribución a la Palma de Mallorca, Compañía Mallorquina de Electricidad.
Entre principios de siglo y hasta 1927 surgieron unas ochenta sociedades en la Isla dedicadas a la producción y distribución de energía eléctrica.
2 comentarios
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Idò, que no veieu que han fet dependre a la població d'uns oligarques abusons, minant i destruïnt tota independència energètica arreu de ses illes i de la resta de l'Estadutxo ehjpañó !!??? .... Amb lo fàcil que seria que tinguessin sa nostra pròpia energia, i ens venen amb contes de que no és possible. HAHAHA. I un memeeeeeuuuu , clar que és possible ; basta que no hi hagi lladres abusons esclavitzadors de la població !!!!
Tots els pobles eren energèticament independents fins que la en verga va comprar totes les centrals i va fundar gesa per tenir el monopoli. El model de que tots els pobles siguin autosuficients és possible avui amb les energies verdes, el problema és el cappitalisme i el lobby energètic que no deixa avançar