Se tiraban más de tres meses en alta mar buscando su sueño americano. Mucho antes de que el turismo masificara Mallorca, la Isla ya había experimentado lo que era la sobrepoblación. El incremento de la esperanza de vida provocó a principios del siglo XIX una explosión demográfica que llevó a la que se conoce como 'la gran migración'. Obligados por la miseria y el hambre los hombres jóvenes de Baleares partieron hacia Cuba, Argentina, Puerto Rico, Uruguay, Chile… Solo uno pocos llegaron a hacer fortuna. Llamados por la nostalgia, o el amor, parte de ellos se embarcaron años después de vuelta a sa Roqueta.
Joan Buades Crespí, profesor de Geografía e Historia, es uno de los que más han estudiado el fenómeno migratorio en este período en las Islas. En su libro L'emigració balear a Ultramar 1830-1860 da cuenta de un fenómeno que llegó a estar tan extendido que despobló del sexo masculino algunas regiones. Así fue como Andratx comenzó a ser conocido como ‘El pueblo de las Mujeres’.
Esta es la historia de un pasado emigrante que se va diluyendo en la conciencia colectiva con la muerte de aquellos hombres emprendedores y sus descendientes cercanos. Hoy la migración es principalmente noticia en Baleares por la llegada de personas que, como antaño hicieron los antepasados, impulsados por la miseria y el hambre se juegan la vida en alta mar. En 2024 se embarcaron en pateras rumbo a las Islas cerca de 5.000 personas, más del doble que en 2023 cuando se registraron más de 2.194 personas inmigrantes.
Una de las naves en la que los mallorquines pescaban esponjas en Cuba. | Arnau Pou Pujol
¿Por qué y cómo se produce la ‘gran migración’ desde Baleares a principios del siglo XIX? «Se dan dos grandes movimientos, el primero coincide con la emigración de españoles a Ultramar entre 1880 y 1930, a causa de un incremento de la población y de una disminución de la mortalidad, el segundo con el estallido de la Guerra Civil española», explica el profesor Joan Buades Crespí. «Los que se marchan en la primera gran migración lo hacen porque no hay trabajo suficiente. Desde Mallorca, pero también desde Menorca, Ibiza e incluso Formentera, los hombres jóvenes emigran, principalmente hacia América», añade.
Argentina, Uruguay, Puerto Rico, Francia, Argelia y Cuba fueron los principales destinos de los Baleares que se embarcaron buscando una vida mejor. «No todos volvieron, algunos de los que hicieron fortuna se quedaron allí, pero entre los que se marcharon había gente que se iba sola, para hacer dinero, con la idea de volver y poder pagar una casa», relata el experto. Era costumbre que una vez conseguían cierta fortuna aquellos hombres buscasen esposa entre las jóvenes de su pueblo natal, lo que se refleja en un aumento de los matrimonios ‘por poderes’.
Trabajadores emigrantes en Cuba. | Arnau Pou Pujol
El fenómeno cubano se intensifica después de la guerra de independencia de 1898. «El país había quedado asolado y era necesario recuperar infraestructuras como los ingenios de azúcar y fue mucha gente de Baleares a trabajar en la reconstrucción, entre 1900 y 1929», explica Joan Buades.
La vida de los emigrantes de Baleares no era fácil en su destino. «En Cuba hay un sistema de acogida que no se daba en otros países. Sabemos que en la Habana llegó a haber un centro de Baleares que llegó a tener más de 20.000 socios», dice el profesor.
Los andritxols fueron los primeros en marcharse a Cuba, antes incluso del estallido de la guerra de independencia. Buades Crespí explica el porqué: «Andratx era entonces un pueblo pesquero, sin agricultura. Tenía dos fábricas de jabón de brea de pino y estas fábricas cerraron en la segunda mitad del siglo XIX».
«Las fábricas jaboneras exportaban su producto a Cuba y por ese motivo los jóvenes de Andratx estaban familiarizados con el trayecto regular que hacía el jabón. Cuando cierran las factorías se quedan sin recursos y comienzan a emigrar dejando a las mujeres en el pueblo. A final del siglo XIX Andratx será un pueblo de mujeres», reflexiona el profesor.
Can Piquero fue construida a principios del siglo XX al estilo indiano.
Cuando llegan a su destino los trabajadores de las antiguas industrias del jabón trabajan en la pesca de esponjas. El fotógrafo Arnau Pou Pujol dio testimonio de esta actividad a través de sus retratos. Se hacía en Cienfuegos y en Batabanó. «Hay un libro publicado por el Arxiu del So i la Imatge de Mallorca que recoge sus imágenes», dice Buades.
Las glosas de los andritxols también han transmitido a través de la memoria oral la historia de sus migrantes. «Tanto las mallorquinas como las cubanas recogen la esencia de cómo era la vida, sobre todo al principio, encontramos glosas que dicen que no eran bien recibidos. Gente de Andratx que vivió la experiencia las cantaba, hablaban de ‘los gorriones' refiriéndose a los jóvenes andritxols con los que se disputaban las mujeres», explica el experto.
«A su llegada eran colocados en un edificio de guano (excremento de los murciélagos y algunas aves) cuya base eran cuatro palos con un suelo común. Dormían con el dinero debajo del trasero porque todos les robaban. Uno de ellos contó que estuvo un mes solo bebiendo naranja hasta que al final un descendiente fue a rescatarlo», relata el profesor Buades.
De aquella primera oleada de andritxols en Cuba regresaron casi todos. Tras el estallido de la Guerra Civil Española se produce una nueva corriente migratoria desde Baleares, principalmente hacia Argentina, Uruguay y Venezuela que se incorpora con fuerza gracias al petróleo. El expresident del Govern balear Francesc Antich, por ejemplo, nació en Caracas durante el franquismo.
«Venezuela mueve en esa época mucho dinero porque hay una gran actividad económica. Los sollerics se marchan a Francia y los menorquines a Argelia», recuerda el profesor.
Explica que aquellos fenómenos migratorias también dejaron huellas en el lenguaje. «Por ejemplo la gente de S’Arracó, que fue primero a Cuba y luego a Francia aún utiliza palabras de origen francés. Las mujeres decían ‘vamos a hacer una promenada’», dice.
Además redibujaron la arquitectura mallorquina construyendo espléndidas mansiones de estilo colonial o modernista. Algunas de ellas han llegado hasta nuestros días. Las casas de los primeros mallorquines que hicieron fortuna en otros países incorporaban los últimos avances como el agua caliente o el cuarto de baño.
Magdalena Cabrer vive hoy en una de aquellas mansiones. La construyó el abuelo de su esposo a principios del siglo XX y ya han pasado por ella cinco generaciones. Es una de las viviendas más fotografiadas de Pollença, ubicada en la desembocadura del humedal de la Gola. Aunque Can Piquer fue incluida en el catálogo municipal de bienes municipales por su valor patrimonial,este no ha llegado a ser aprobado. Su futuro depende de un litigio judicial que mantienen Costas y la familia desde hace décadas por el deslinde del dominio público.
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