Aznar e Ibarretxe no lograron aunar posturas en la larga reunión que mantuvieron, marcada por mutuos reproches.

TW
0

Ibarretxe, que reprochó al Gobierno y al PP sus «insultos y calumnias», hizo un llamamiento a los populares para que abandonen su incomunicación y se incorporen al diálogo. El portavoz del Gobierno, Pío Cabanillas, admitió que la entrevista fue un fracaso, al no constatar la «voluntad» de «un cambio de rumbo», sino la «persistencia de los objetivos de Estella». Le replicó, además, que el único insulto que sufren los vascos es el terrorismo. El lehendakari no ocultó que son muchas las «discrepancias» que se pusieron de manifiesto en el encuentro.

Más tajante fue el ministro portavoz, al asegurar que la entrevista no había servido para comprobar un cambio en el Ejecutivo vasco y su ruptura con Estella. Según Cabanillas, el fracaso de Estella y los cinco asesinatos de ETA desde el final de la tregua «por la estrategia frentista y excluyente» que Estella representa, exige «una rectificación» por parte del Gobierno vasco y de los partidos que la impulsaron.

Ibarretxe trasladó a Aznar que los insultos «no son el camino», y resaltó el «disgusto» que producen en la sociedad vasca «las calumnias» que en los últimos tiempos se han vertido en torno al lehendakari y el Gobierno vasco. En este punto, dijo al Gobierno y al PP que, ante las «acusaciones» para presentarlo como «el lehendakari de Lizarra» o los «graves insultos» como que el Ejecutivo vasco colabora con asesinos, Ibarretxe se erigió como representante de todos los vascos y añadió que no le responderá de la misma manera. «Hay que dejar de gritar y empezar a hablar». «He venido a plantear alternativas de diálogo, para abordar el problema de fondo, fin de ETA y tratar de afrontar un conflicto que tiene naturaleza política para poner fin a 160 años de convivencia frustrada», aseguró Ibarretxe. Para ello, partió de dos premisas: en primer lugar que la mayoría del pueblo vasco rechaza la violencia como instrumento de acción política y, en segundo lugar, que existe un problema de normalización política que hay que resolver.