Jesús Cardenal considera a los querellados coautores de un delito de desobediencia.

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La Fiscalía General del Estado ha presentado una querella ante el Tribunal Superior de Justicia del País Vasco contra el presidente del Parlamento vasco, Juan María Atutxa, por lo que considera un delito de desobediencia ante la negativa de la Cámara a disolver al grupo Sozialista Abertzaleak (SA).

La parlamentaria de Sozialista Abertzaleak Jone Goirizelaia, intervino con normalidad en el pleno que celebra el Parlamento Vasco, después de que el presidente de la Cámara, Juan María Atutxa, rechazase la petición del PP para que no otorgase la palabra al grupo de la antigua Batasuna.

Esta querella se produce después de que el Parlamento vasco no haya ejecutado la disolución del grupo SA, la antigua Batasuna, en contra de lo que ordenó el Tribunal Supremo. De hecho, ayer mismo el grupo «abertzale» ha intervino en el pleno de la Cámara.

La querella también va dirigida contra el vicepresidente primero del Parlamento vasco, Gorka Knorr (EA), y la secretaria segunda de la Cámara, Kontxi Bilbao (IU-EB). Tras conocer la querella, tanto Atutxa como Knorr y Bilbao se mostraron «tranquilos» y se mantuvieron en sus posiciones.

La Fiscalía considera a los querellados coautores de un delito de desobediencia previsto y penado en el artículo 410 del Código Penal, «al existir una abierta negativa, concluyente aunque enmascarada habilidosamente por los mismos, bajo la hábil dirección del Sr. Atutxa, a cumplir una resolución judicial clara y expresa, cuyo cumplimiento había sido reiterado, emanada de un órgano judicial competente».

Tras conocer la querella, el presidente del Parlamento Vasco, Juan María Atutxa, mostró su «más absoluta perplejidad»

Atutxa también acusó al Ministerio Fiscal de haber cambiado de criterio, ya que en un informe de la fiscalía del 28 de noviembre para los autos del juez Baltasar Garzón de suspensión de Batasuna, el Ministerio Fiscal dijo, según Atutxa, que «si los acuerdos de las respectivas instituciones parlamentarias lo que sostienen es la imposibilidad de ejecutar los autos de 26 de agosto y 6 de septiembre del 2002, difícilmente se podrá imputar a quienes los adoptaron la intención o voluntad de no querer cumplirlos».