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Los comunistas abertzales lograron un resultado espectacular y obtuvieron nueve escaños, dos más de los que obtuvo Batasuna en las elecciones de hace cuatro años. El PSE experimenta un ascenso de cinco escaños, hasta los 18, y el PP cae hasta los 15. El tripartito vasco sufrió un serio revés en las elecciones vascas. La coalición nacionalista que forman PNV y EA se quedó en el 38'6 por ciento de los votos, lo que le otorga 29 escaños, cuatro menos que los que logró hace cuatro años. Ezker Batua obtuvo los mismos tres escaños de las elecciones de 2001, con el 5'4 por ciento de los sufragios. Estos datos dejan al actual tripartito muy lejos de la mayoría absoluta que Ibarretxe pidió a los vascos para poder sacar adelante su plan.

El PSE ha confirmado lo apuntado por las encuestas y se ha convertido en la segunda fuerza política de Euskadi. Con el 22'6 por ciento de los votos, los socialistas logran 18 escaños, cinco más que los que obtuvo hace cuatro años. Este aumento va en línea con el descenso del PP, que pierde cuatro escaños, de los 19 que tenía a los 15 que tendrá en la próxima legislatura, gracias al 17'3 por ciento de los votos. Unidad Alavesa, formación ligada al PP, desaparece del Parlamento vasco, con sólo el 0'3 por ciento de los votos.

Gran parte de la culpa de que el tripartito no pueda llegar a la mayoría absoluta la tiene el Partido Comunista de las Tierras Vascas. La formación comunista abertzale logró nueve escaños con el 12'5 por ciento de los votos. Este partido logró más representación incluso de la que obtuvo Batasuna hace cuatro años. Los de Arnaldo Otegi lograron entonces siete parlamentarios y el 10'12 por ciento de los votos. Si PNV-EA y Ezker Batua aspiran a lograr la mayoría absoluta no les quedará más remedio que pactar con la formación comunista abertzale.

Si la hegemonía nacionalista es ya historia, también parece serlo la política frentista. Los nacionalistas no podrán formar una mayoría absoluta, pero tampoco lo podrán hacer socialistas y populares, que se quedan a cinco escaños de poder gobernar. Ni nacionalistas ni constitucionalistas podrán hacer un frente en el Gobierno, lo que abre un nuevo escenario político en el País Vasco.