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Joseph Ratzinger se ganó ayer el jubileo al entrar por la Puerta Santa y cumplir con todos los rituales de los peregrinos en la Catedral compostelana. Ataviado con una capa símbolo de los peregrinos con la concha de vieira, el Papa rezó ante la tumba del Apóstol y abrazó su busto, que preside el altar mayor del templo. Tanto en la salida como en la entrada al templo, Su Santidad saludó a los miles de fieles apostados en los alrededores de la Catedral.

En su recorrido por los pasillos del templo, el Sumo Pontífice no escatimó saludos y bendiciones para los en torno a 700 invitados, entre los cuales había niños, inválidos y ancianos. El recorrido finalizó con el vuelo del tradicional botafumeiro, después de que el Papa dirigiese una oración comunitaria posterior a su intervención y a la del arzobispo de Santiago, monseñor Julián Barrio.

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Precisamente, en esa intervención, el Papa confesó que, tras abrazar la «venerada imagen» del apóstol Santiago, pidió «por todos los hijos de la Iglesia» y agradeció a los católicos españoles «la generosidad con que sostienen tantas instituciones de caridad y de promoción humana».

Además, «en este Año Santo Compostelano, como sucesor de Pedro», el Papa también ha querido «peregrinar a la casa del señor Santiago, que se apresta a celebrar el ochocientos aniversario de su consagración, para confirmar vuestra fe y avivar vuestra esperanza».

Tras su visita a la Catedral, el Papa se dirigió al Palacio Episcopal para almorzar junto con su séquito personal, algunos cardenales, miembros del comité ejecutivo de la Conferencia Episcopal y los obispos gallegos.