El escenario de la recepción eran los elegantes salones de la residencia del embajador de España en Londres, en la no menos elegante Belgravia Square, y los anfitriones los Reyes de España, que durante tres días de finales de abril de 1986 realizaron una visita de Estado al Reino Unido.
Una visita organizada con tacto y mimo por los gobiernos de los dos países y la primera de un monarca español al Reino Unido en ochenta años. Un acontecimiento histórico al que los medios de comunicación españoles y británicos dedicaron tiempo, espacio y recursos.
A la recepción, devolución de la cena de gala que la noche anterior se había celebrado con gran pompa y boato en el castillo de Windsor, acudió el «todo Londres», una amplísima representación política -allí estaba la señora Thatcher- social, cultural y económica de la sociedad británica, como bien pudimos comprobar personalmente todos los periodistas españoles acreditados para informar del viaje, invitados esa noche por la Casa del Rey.
Ellas de largo y nosotros de rigurosa etiqueta, pudimos hablar con unos y con otros, con la primera ministra, en pleno apogeo de su mandato, con diputados y miembros de la Cámara de los Lores, con aristócratas, actores y empresarios y, gracias a la campechanía y la complicidad del Rey con los periodistas, con la Familia Real británica, que casi al completo acudió a la recepción.
«Venid, que os presento a mi prima». Y dicho y hecho, ante los periodistas españoles apareció la Reina Isabel, que estrechó nuestras manos, bromeó con su primo sobre lo bien que se entendía con la prensa y preguntó qué nos había parecido la visita.
También, gracias a don Juan Carlos, pudimos saludar a la Reina madre, al duque de Edimburgo, a su cuñada la Princesa Margarita, fumando sin parar de una larga boquilla -todavía eran tiempos en los que fumar era hasta glamuroso-, y al Príncipe Carlos.
Pero con quien más tiempo tuvimos ocasión de charlar los periodistas, observados de cerca por un don Juan Carlos con una sonrisa entre cómplice y guasona, fue con la Princesa de Gales, con una lady Diana delgadísima, rubísima y simpatiquísima con los periodistas españoles.
Lady Di nos preguntó uno por uno en qué medio trabajábamos, que hacíamos exactamente, y como vio que ninguno éramos del que ella más y mejor conocía, por ser lectora y protagonista de sus portadas en numerosísimas ocasiones, dijo sorprendida: ¿pero ninguno sois del 'Hola'?.
Anécdotas que ponen de manifiesto la cercanía del Rey con los medios, su complicidad con los profesionales de la información que, como yo, han tenido la oportunidad, en estos años de reinado de don Juan Carlos, de poder contar con palabras o imágenes cuanto hacía la Familia Real.
Recuerdo en fechas más recientes -fui responsable de la información de la Familia Real en EFE durante tres años, desde la boda de los Príncipes de Asturias hasta el nacimiento de la infanta Sofía- las bromas del Rey a los periodistas en los veranos de Palma, en las jornadas de regatas, y de alguna que otra colleja cariñosa entre bromas y risas. Y, ¿porqué no?, alguna mirada algo más seria.
Y eso fue lo que recibí del Rey una mañana bochornosa de agosto en el Club Naútico de Palma cuando intenté fotografiarle, mientras aguardaba a embarcarse en el «Bribón», sentado en una mesa de la terraza, tomándose un café y leyendo la prensa, con unas gafas de lectura que, según luego supe, sólo utiliza en privado y con las que, en un gesto de coquetería, no le gusta que le fotografíen.
En todos los viajes que hice en ese tiempo siguiendo a los Reyes por todo el mundo, don Juan Carlos -también doña Sofía- sacó siempre tiempo para charlar con los periodistas, para gastar alguna broma o para interesarse por cómo iba la cobertura.
O para charlar, como ocurrió en una ocasión, de corbatas, de nudos, tejidos y colores. Él ese día llevaba, según nos dijo, una verde intensa «de unos modistos sevillanos -no se acordaba del nombre en ese momento- que hacen unas corbatas increíbles».
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