«Una amenaza que se aproxima cada año que pasa» y que exige «un nuevo modelo territorial que cuide nuestra biodiversidad. No es cuestión de más aviones y helicópteros, sino de un cambio más profundo», subraya. Recuerda el manifiesto que hace cuatro años, con los grandes incendios en Gran Canaria, los expertos avisaron de que aquella situación «iba a repetirse» y que «las condiciones podrían ser peores», como se ha comprobado con el incendio de Tenerife.
Entonces, los hogares de más de 9.000 personas se vieron directamente amenazados por un incendio de 9.500 hectáreas, frente a las 12.000 personas afectadas en el incendio de Tenerife, aún sin controlar, que ha afectado a más de 14.000 hectáreas. Así y todo, insiste en que «lo peor está por llegar si no se actúa con rigor y rapidez».
«Porque todavía no nos hemos enfrentado al peor escenario posible», recalca. Los expertos reparan en que en el incendio de Tenerife, «la meteorología, sin ser favorable, podría haber sido aún más compleja, con vientos más fuertes y propagaciones más rápidas». También en que pudo haberse dado la situación de sufrir múltiples incendios simultáneos, dentro de Tenerife, en otras islas o incluso a nivel estatal, que «habrían impedido contar con el ingente número de recursos, medios aéreos y efectivos con los que se ha podido contar».
«Este escenario apocalíptico no puede descartarse en absoluto, tal como muestran las experiencias de otros países como Estados Unidos, Canadá o Grecia, porque nuestro modelo territorial está provocando un incremento constante del combustible vegetal en el paisaje y que ello, unido a las condiciones climáticas propicias de Canarias, incrementadas por el cambio climático, generan el cóctel perfecto para el desarrollo de grandes incendios forestales», señala el manifiesto.
Los expertos plantean que para combatir esta amenaza «hay que ir al fondo del problema, que es cambiar el modelo territorial», en vez de pensar en «más helicópteros o más aviones». Proponen la composición de un 'paisaje mosaico', en el que se intercalen diferentes usos del suelo y las acumulaciones de combustible disponible para arder estén limitadas. En este modelo, los usos agrícolas y la ganadería extensiva juegan «un papel fundamental».
Para facilitarlo, sugieren los pagos por servicios ambientales, es decir, establecer contratos con las explotaciones agrícolas, ganaderas o forestales en los que se les paga una renta anual a cambio de que mantengan sus terrenos en producción y adopten prácticas de producción sostenibles y que beneficien a la biodiversidad. Una medida se está aplicando actualmente en Gran Canaria mediante el Programa Gran Canaria Pastorea.
También proponen los firmantes del manifiesto la creación de discontinuidades estratégicas en áreas protegidas que, «seleccionadas de forma adecuada», contribuyan a preservar la biodiversidad en las mismas mediante tratamientos selvícolas, quemas prescritas o incluso pastoreo extensivo. Concluyen los expertos que «no basta con intercalar estructuras menos inflamables con un uso agrario», sino que también se han de impulsar modelos productivos que contribuyan a la capacidad de la biodiversidad de regenerarse y a que los ecosistemas naturales y seminaturales se adapten a los futuros escenarios climáticos.
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