En Nashville (Tennesse), a 7.505 kilómetros de distancia, hace solo unos días un anticuario enviaba por correo dos mapas de Palma. Fechados en 1910 y 1920, estos mapas emprendían un viaje de regreso a su ciudad de origen después de que atravesaran el océano, quién sabe por qué. La autora de este pequeño hallazgo de anticuario es la palmesana Joana Maria Escartín, gran rastreadora de joyas diferentes, coleccionista irredenta y profesora de Historia de la Economía de la Facultad de Económicas de laUIB desde 1996 hasta 2010, año en el que se jubiló a causa de la esclerosis múltiple.
«Tengo dos tesoritos», cuenta emocionada Escartín, que encontró estos dos mapas a la venta en Internet por apenas 20 euros. Recorrer con las yemas de los dedos el plano de 1910 supone un viaje en el tiempo, cuando las murallas acababan de ser derribadas para permitir la expansión de la ciudad, empezaba a levantarse el arrabal de Santa Catalina y aún no había ni rastro del Passeig Mallorca o Jaume III. Los turistas de principios del siglo XX, que se adelantaron medio siglo al boom turístico, no pudieron conocer la plaza de España porque aún no existía y se llamaba plaza de Joanot Colom. Tras el vacío de las murallas solo había campo.
«Aún no sé cómo terminó este plano en Nashville», se pregunta Escartín, que advierte que procede de una guía del Grand Hotel, que precisamente se inauguró en 1903. El otro mapa que ha viajado desde Tennesse hasta la casa de Joana Maria Escartín data de 1920 y ahí se percibe la transformación de la ciudad en apenas una década: al arrabal de Santa Catalina, ya de considerable tamaño, se le suman nuevas construcciones en Son Espanyolet o La Soledat. Posesiones como Son Gotleu, Son Vida o Son Moix se mezclan con Portichol (escrito en castellano) o las construcciones que ya rebasan la desaparecida muralla y que forman parte del primerEixample.
Tesis
Escartín es un gran conocedora de Palma, ya que su tesis se basó en el desarrollo económico y urbanístico de la ciudad. «Había una gran cantidad de fábricas y las únicas que quedan son la de Can Ribas y Flassaders», cuenta.En la década de los noventa, junto con el grupo de investigación de Historia Económica de laUIB, pudo recorrer el interior de estas fábricas que aún conservaban la maquinaria y muchos recuerdos de la época.
«Queríamos destapar e investigar la historia industrial de Mallorca, que fue muy potente y competitiva, sobre todo en el textil y el calzado», recuerda. En la casa de Escartín se acumulan los recuerdos y las antigüedades, testimonio del pasado de la ciudad. Una foto de un taller familiar muestra algo que era habitual en los bajos de las casas de Palma hasta 1940: el padre zapatero, la madre que cosía y los hijos que ayudaban en alguna de las fases de fabricación artesanal del calzado. «Luego llegaron las grandes fábricas y no pudieron competir, por lo que los zapateros acabaron trabajando en las fábricas», explica Escartín. Otro de los recuerdos que venera es la baldosa de la Casa 35, con la que se señalizaba el Casc Antic. O las postales de los años 30 pintadas por Erwin Hubert: «Era el secretario del Arxiduc Lluís Salvador y se dedicó a pintar la realidad de la época». Por solo 23 euros, Escartín ha conseguido un pequeño pedazo de historia que, por fin, ha vuelto de nuevo a su hogar.
2 comentarios
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La gran lástima es que la expansión urbanística de Palma fora murada haya sido tan mala, tan desigual, creando zonas realmente desagradables que hacen de Palma dos ciudades, el centro para la gente bien e inversores y el resto feo, como en pocas ciudades, para la chusmilla.
El titular muy clarividente...