La arquitectura de Génova bascula entre las antiguas casas y las nuevas edificaciones. | Pilar Pellicer

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Génova está expectante. El nuevo complejo sociosanitario de Son Dureta se dibuja ya en el horizonte y para 2027 está prevista su reapertura. Tan solo les separan dos kilómetros pero este enclave se ha transformado después del traslado de toda la actividad hospitalaria a Son Espases.

Desde 2010, los 25 restaurantes de este pueblo se han ido desvaneciendo hasta quedarse en poco más de una docena. La meca de la comida tradicional palmensana ha visto cómo se ha ido reduciendo su oferta gastronómica pero los que quedan mantienen una buena salud. Entre los más veteranos está Can Moreno, que pasó a ser Es Racó de Génova y ahí siguen Casa Jacinto o Can Pedro, entre otros.

En el barrio, mientras tanto, hay muchos cambios. Han irrumpido los residentes extranjeros y las casas tradicionales están mutando en nuevas construcciones. Las viviendas de alto standing se están apoderando de la montaña de Na Burguesa, donde dicen que se han ido ampliando de manera ilegal.

Aparcamiento

Alfonso Robledo, presidente de Restauración CAEB y propietario del restaurante de las Cuevas de Génova, recuerda que tras el descubrimiento casual de este tesoro geológico en 1906 empezó el boom turístico en este enclave. Allí hay ahora un restaurante con aparcamiento, el gran problema de este pueblo. Robledo advierte que «Génova tiene mucho potencial y estamos pendientes de que vuelva a abrir Son Dureta».

Carlos Esteban es la segunda generación al frente del restaurante Can Pedro. «El primero abrió en 1976 y el segundo, el nuevo, en 1991. Génova empezó como un merendero donde se comían pambolis y caracoles. Luego su oferta gastronómica fue evolucionando y surgieron más restaurantes», cuenta Esteban.

Atrás quedaron restaurantes como Sa Caseta, Casa Gonzalo o Casa Tomás. «El cierre de Son Dureta se notó al principio. Son Dureta movía miles de personas con las consultas, las urgencias, la maternidad... La gente bajaba de los pueblos para ir al hospital y ya se pasaban por aquí. Lo mismo hacían médicos, enfermeras o visitadores médicos», dice Esteban.

El cierre del hospital de referencia se sumó a «la falta de aparcamiento, aunque nosotros por suerte no tenemos ese problema, y la Vía de Cintura. Antes para ir a Palma todos tenían que pasar por aquí».

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Margarita Cunill Serra es una de las vecinas más veteranas de Génova. Vive junto a la iglesia del pueblo y la llaman cariñosamente la alcaldesa de la plaza. «Aquí casi todos éramos familia. Ahora no conozco a nadie. Tenemos alemanes e ingleses, pero son muy educados y te dicen ‘buenos días' y ‘buenas tardes'».

«Somos Teruel y tenemos que decir más ‘Génova existe'. Tenemos problemas con las aceras, el alcantarillado, las luces...». Así de contundentes se muestran en la Associació de Veïns de Génova. Su presidente es Gaspar Pujol y su vicepresidente, Joan Romera ‘de la Plaça', hijo de Margarita Cunill. «Esto se ha convertido en un lugar solo de residentes. Antes había más movimiento», recuerda Romera.

Pujol, por su parte, advierte que «tenemos un problema con el Camí dels Reis», que atraviesa toda la población de un lado a otro. «Camí dels Reis empieza en Génova y acaba en el polígono de Son Castelló. No tenemos aceras desde la antigua Casa Gonzalo hasta el cruce que sube hasta Can Pedro», añade.

Esta vía está todavía en manos del Consell de Mallorca y «el Ajuntament de Palma solo la recepcionará si está en condiciones óptimas. Tuvimos una reunión con el conseller de Mobilitat i Carreteras, Iván Sevillano, y el concejal de Mobilitat, Francesc Dalmau, hace ya dos años. Hubo un compromiso de que haría una acera porque es muy peligroso caminar por aquí. Han pasado dos años y yo cada seis meses les mando un email al Ajuntament y al Consell para que se acuerden de nosotros».

Génova sufre los problemas de una pequeña población que se va quedando sin servicios. Hay un pequeño supermercado, una papelería, aunque el propietario se jubila este año, un bar y una peluquería. «No tenemos ni banco y ya nos han dicho que el cajero automático se irá de aquí. Antes había dos sucursales bancarias», dicen los vecinos.

Los 2.700 habitantes de Génova están pendientes de lo que pasará con la carretera de acceso hasta Na Burguesa, cuya cima se ha convertido en un punto de botellón. La suciedad es una de las principales quejas. «Tuvimos una reunión con el Obispado de Mallorca, propietario de la ermita, la asociación de vecinos, los residentes de Na Burguesa y el Ajuntament. El Obispado propuso colocar una barrera para que solo tengan acceso los vecinos», dicen desde la entidad vecinal. El camino está en malas condiciones. Han pasado muchas décadas desde que se construyera «con el dinero de los genoveses. Incluso se sorteó un 600 para recaudar dinero». Génova está a la expectativa y sus vecinos creen que de aquí a cinco años las cosas pueden volver a cambiar.

El apunte
Gemma Marchena

La mayor parte de los locales frente al antiguo Son Dureta, cerrados a cal y canto

Gemma Marchena

El 10 del 10 de 2010 se llevó a cabo el traslado de la actividad asistencial desde el antiguo hospital de Son Dureta, el único de Mallorca durante décadas, hasta Son Espases. A partir de entonces, la suerte estaba echada para las numerosas cafeterías y restaurantes de la zona y fueron cerrando en cascada en la calle Andrea Doria.

De un plumazo se perdían a las miles de personas que transitaban la zona, ya fuesen pacientes, familiares o trabajadores. Toda una ciudad sanitaria se esfumó.

A día de hoy quedan operativos un restaurante, una peluquería y una oficina bancaria. Y alrededor de cinco locales permanecen cerrados a cal y canto, un vestigio de lo que fue esta zona con una actividad frenética hasta hace doce años. Ahora queda esperar a la apertura del nuevo Son Dureta para que la zona vuelva a resurgir.