Mujer rumana en un asentamiento de Palma. | Alejandro Sepúlveda

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Cerca de 200 voluntarios divididos en 60 equipos se disponen a recorrer las 88 zonas en las que el Institut Mallorquí d’Afers Socials (IMAS) ha dividido la ciudad con el fin de hacer el recuento de personas sin hogar de la capital balear. Ultima Hora acompaña al equipo 35, que se ocupará de inspeccionar la zona de Bons Aires. Al frente, Borja Beltrán, trabajador social de Cruz Roja, entidad que gestiona la Unidad Móvil de Emergencia Social (UMES), un Servicio del IMAS que se ocupa de atender las necesidades de las personas sin techo. Junto a él, completando el grupo, Cati Llabrés, monitora de Cruz Roja, y Andrés Vidal, que acude como voluntario.

La primera parada del equipo 35 es un asentamiento de debajo de un puente. Ahí encontramos a siete personas de origen rumano, cinco mujeres y dos hombres. Según nos relatan, los más jóvenes se dedican a recoger chatarra, mientras que los más mayores piden en la calle. María –nombre ficticio- nos explica que hace tan sólo un par de meses su marido y ella han llegado a Palma procedentes de Córdoba, donde han vivido 15 años. «Nos hemos venido aquí para estar con mis suegros, que llevan 10 años en la Isla, para tenerlos cerca y estar pendientes de su estado de salud», nos detalla, mientras nos indica en qué chabola viven sus suegros, que ya están descansado.

A sus 40 años, su rostro muestra las huellas propias de una persona que lleva viviendo mucho tiempo sin un techo digno bajo el que cobijarse. Mientras, Borja le entrega dos bolsas de comida, se nos acercan tres mujeres también de origen rumano que viven en otras chabolas, a pocos metros. Apenas hablan y entienden el español, así que María ejerce de traductora y les explica quiénes somos. «Ellas dos son como de la familia. En Rumanía eran vecinas nuestras y ahora lo son también aquí», nos indica, al tiempo que nos invita a entrar en su casa. Dividida en dos estancias –una habitación con una cama y otra con una cocina–, sorprende el buen estado y la limpieza del hogar de la pareja, que aprovecha nuestra visita para hacerle una petición a Borja. «Pronto llegará la Navidad y no tenemos luces. ¿No podrías conseguir un generador para poder ponerlas?», le solicitan.

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Andrés Vidal y Cati Llabrés, voluntarios del IMAS, con bolsas de comida. Foto: A. Sepúlveda.
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El interior de una de las chabolas visitadas por el equipo 35 al que acompañó Ultima Hora. Foto: A. Sepúlveda.

Borja les remite a su referente de Cruz Roja, si bien les avanza que será complicado poder dar respuesta a su petición. Y es que, según nos cuenta, en los últimos meses se ha incrementado exponencialmente el número de llamadas que reciben por las noches de usuarios de la UMES reclamando su intervención. «Antes solíamos tener alrededor de 15 llamadas cada noche, pero desde este último año tenemos una media de 30. Siempre intentamos dar respuesta a todas, pero a veces nos es imposible. Y duele saber que no puedes llegar a todas», dice el trabajador social.

No muy lejos de este asentamiento, encontramos otro, formado mayoritariamente por personas también de origen rumano. Allí hablamos con una mujer de mediana edad, que se muestra satisfecha al vernos. «Hacía tiempo que no venía nadie por aquí», asegura. Desde la puerta de su chabola, nos explica que la mayoría de los inquilinos del resto de chozas todavía no están en casa, que sólo está su hijo. Mientras los voluntarios le entregan dos bolsas de comida, nos narra las dificultades a las que ha tenido que hacer frente a lo largo de su vida y nos pregunta por las posibles ayudas que ofrecerá el nuevo Gobierno.

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Imagen del exterior de una chabola en un asentamiento.

Dejamos atrás los dos asentamientos y nos dirigimos al Parc de sa Riera, donde divisamos una tienda de campaña. Allí pernoctan desde hace dos meses un joven venezolano y otro español con sus dos perros. «Llevo 11 años en España e incluso tengo la nacionalidad. Mi compañero y yo estamos aquí porque no encontramos ningún piso en el que admitan mascotas», declara. Antes de finalizar el recorrido por el parque, hallamos a un señor español durmiendo en un banco, al que le entregamos una bolsa de comida. De ahí, nos dirigimos a una zona más céntrica: toca recorrer palmo a palmo las calles que van desde 31 de Diciembre a General Riera, además de Vía Alemania. Un área amplia en la que localizamos únicamente a dos personas que viven en la calle: un hombre mallorquín que duerme en un cajero de una entidad bancaria y una mujer alemana que pasa las noches resguardada entre cartones en un portal.

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Un joven que pernocta en una tienda de campaña.

Tras cuatro horas y media de trabajo, a la una de la mañana el equipo 35 finaliza el recuento en la zona de Bons Aires. Una noche en la que Palma ha mostrado dos realidades bien distintas de una misma ciudad. Por un lado, miles de personas paseando por el centro viendo el encendido de luces de Navidad este jueves, y, por otro, el de muchas personas, demasiadas, que no tienen un techo digno bajo el que vivir.

El apunte

Cuarto registro llevado a cabo en Mallorca

El recuento del pasado jueves es el cuarto llevado a cabo por el IMAS. En esta ocasión lo ha hecho de la mano del Ministerio de Derechos Sociales y Agenda 2030, que busca conocer la situación del sinhogarismo en todo el país para así adecuar las políticas a los nuevos perfiles y a las necesidades reales de este colectivo. Además de en Palma, el recuento se ha realizado en otras 28 ciudades españolas entre los meses de octubre y noviembre.