Miquel Perelló, rodeado de los xeremiers Càndid y Pau.

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El café Riu Dolç está de luto. Ayer falleció Miquel Perelló, uno de los propietarios de este establecimiento mítico de la carretera de Sóller, junto al Conservatori de Palma. A sus 68 años, falleció de un cáncer. Este martes se celebrará el entierro en el cementerio de Llubí y mañana se llevará a cabo el funeral en la iglesia de este pueblo.

Su hermano Antonio Perelló se mostró muy afectado por la pérdida. «Can Dolç tiene más de 60 años y pasó de padre a hijo y después, lo cogimos nosotros», cuenta Antonio. Este bar tiene las horas contadas, ya que el año que viene cerrará sus puertas y carece de relevo generacional. «Por ahora no, pero el año que viene se cerrará. Qué hem de fer... Yo solo qué voy a hacer: pues aguantar un poco», cuenta Antonio muy apenado. A lo largo del día se están acercando numerosos clientes para darle el pésame.

Este reducto de la cocina tradicional sigue manteniendo en su carta la gastronomía mallorquina y el menú del día. Sonadas son sus celebraciones por Sant Antoni y Sant Sebastià, que contagiaban a todo el barrio. Es lugar de reunión de xeremiers y un buen número de ciudadanos palmesanos que se resistían a la transformación endiablada de la ciudad. Y Miquel encarnaba ese espíritu de resistencia, congregando a parroquianos de todos los barrios que se arremolinaban a sus alrededor en busca de algún chascarrillo o una glosa.

Según la web Cafesdepalma.com, en el bar Riu Dolç, en la carretera de Valldemossa, junto al Conservatori, «además de ser un café estupendo, se come de maravilla. Puedes encargar paellas, sopes, unos caracoles de escándalo o lo que sea. Quizás sea el mejor lugar de Palma para comer algo de gastronomía local. No tiene teléfono, no lo busquen en las páginas amarillas. De postre te ponen un plato de cacahuetes con cáscara o un plato de nísperos, como en casa de los abuelos. Y a correr». Ahora el Riu Dolç está de luto y con él, la Palma de los barrios que se resiste a desaparecer.