El Ajuntament prevé comenzar las obras en 2025. | Jaume Morey

TW
6

Las futuras obras de reforma de la Plaça Major tiene algo alterados a los negocios de la zona. En concreto, a los de la restauración, que admiten cierta incertidumbre al respecto. Aunque todos quieren ser cautos, porque el caos que generará la remodelación parece algo lejano y desconocen cuándo y cómo se efectuarán las labores; lo cierto es que varios ya se plantean el traspaso dependiendo de cómo se desarrollen los hechos. Una de las preocupaciones principales es que se reproduzca en el lugar lo que ha sucedido en la Plaça d’Espanya o en el Passeig Marítim de Palma, donde los plazos de ejecución parecen eternos y han obligado a muchos a echar la persiana.

Con un presupuesto de 21 millones de euros, se estima que las obras inicien a principios de 2025. Ya en junio, la Junta de Govern municipal aprobó la composición del jurado encargado de deliberar qué proyecto se efectuará finalmente en la Plaça Major, las calles adyacentes y sus galerías subterráneas. En total se han presentado 13 propuestas y en septiembre está previsto que se escojan cuatro para la elección final.

Al hablar con los dueños de los restaurantes y bares de la zona todos parecen coincidir en un punto clave: las fechas. Y es que, desde su punto de vista, comenzar en uno u otro mes sí que supondrá la diferencia de perder o no la temporada, sin la que no pueden subsistir. Juan Sureda, gerente de Fondo España, lo tiene claro: «Las obras deberían empezar el 1 de noviembre, que es cuando llega el invierno, y hacerlas a trozos para que cada local cierre un tiempo prudencial. Aquí hay muchas familias en juego, solo de mi bar viven siete u ocho. El Ajuntament tendría que llamarnos y explicarnos qué quiere hacer, más que nada para que el personal no se quede sin trabajo».

«Nos preocupa perder el local y que los trabajadores no cobren. Necesitamos una fecha, porque son capaces de empezar en junio y hacernos perder dos temporadas. La gente intentará traspasar y malvenderá porque las obras devaluarán el precio del local. No digo que no se tengan que hacer obras, pero depende de cómo se hagan, no quedará ni el apuntador», sentencia Sureda.
Carina es una de las empleadas de este restaurante y advierte que «si nos vamos al paro, con lo que me den no pago ni el alquiler y tengo una hija que cuido sola» y que «si hace falta me manifestaré».

jmr200824001 (32).jpg
Juan y Carina junto a la terraza de Fondo España.

Otro propietario inquieto es Dani Noguera, quien dirige Los Arcos: «Económicamente es imposible afrontar según que obras. Mi familia y yo llevamos aquí más de 35 años, ya vivimos una reforma de la Plaça Major y nos obligaron a cerrar un local por culpa de que tuvieron que levantar el suelo y hubo que despedir a todos los empleados. No hubo manera de subsistir». «Muchos no somos multinacionales ni franquicias millonarias, sino locales pequeños de propietarios, que luchamos el negocio todas las horas que podemos. Con jornadas de 12 y 14 horas», lamenta. Él es uno de los que ya se plantea el traspaso si se ve obligado a chapar la próxima temporada: «Será la única opción».

Estima que «directa o indirectamente, más de 200 familias viven de los negocios de la plaza» y considera que las obras la convertirán en «una oportunidad para las ballenas, gente que tiene dinero y que va a invertir aunque tenga el local cerrado». Los que compren «saben que cuando todo haya acabado, la plaza estará más nueva, bonita y será más exclusiva y les merecerá la pena esperar, mientras que los afectados vamos a ser las pequeñas empresas», explica. El temor de cerrar se debe principalmente, a la imposibilidad de hacer frente a los gastos fijos que acarrea tener un restaurante en la plaza, donde los alquileres son prohibitivos sin una fuente constante de ingresos. Y es que, los alquileres más bajos que se manejan en la zona oscilan los 7.000 euros. Además, mantener a la plantilla, que consta de diez empleados de media por restaurante, hace que los locales afronten mensualmente unos 30.000 euros en gastos fijos.

jmr200824001 (56).jpg
Los meses de verano son los que más se factura.

Según indica Toni Salas, dueño del Bar París, en marzo se pasó por la plaza el teniente de alcalde, Javier Bonet, para avisar a la restauración de que habría obras, que les informarían sobre qué se va a hacer e «intentarían molestar lo menos posible y hacerlas en invierno». Salas es el único de la plaza que es propietario del local que explota: «Llevamos aquí más de 30 años. Si hacen obras tres o cuatro meses de verano, aquí no quedará nadie. Nosotros aguantaremos cerrados y pidiendo un préstamo para pagar a los trabajadores». Señala que del resto de locales, todos de alquiler, solo uno cuenta con un contrato antiguo. El resto tiene el alquiler actualizado e implica un desembolso de más de 8.000 euros al mes. Por ejemplo, el que hace esquina con la Plaça del Marquès del Palmer supone un coste de «12.000 euros más IVA» mensuales; y históricamente lo han alquilado diversas franquicias.

A parte de la posibilidad de que la plaza acabe invadida por las grandes compañías, las obras pueden significar la fuga de mucho personal: «Los empleados buenos, se buscarán otro trabajo», dice otro empresario que prefiere mantenerse anónimo. Esta realidad, la corrobora José, camarero en la Bodega Mayor: «Perder la temporada nos obliga a buscar otro trabajo y empezar de cero en otro lado. Llevo aquí tres años, mi jefe es muy bueno, pero eventualmente somos camareros y el trabajo es trabajo».

jmr200824001 (40).jpg
Algunos propietarios de alquiler se plantean el traspaso.

En la Plaça Mayor hay al rededor de una docena de restaurantes y menos de diez comercios, contando franquicias. Todos están expectantes por conocer qué proyecto se desarrollará, pero sobre todo, qué plazos se van a establecer y cómo afectará al verano viniente. Aunque algunos dudan de las intenciones del Consistorio, otros creen que Cort intentará favorecer lo máximo posible a los negocios. En lo que todos parecen coincidir es en que se debería contar con ellos y se tendría que cumplir su petición de arrancar las obras en invierno.