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Fachadas forradas de plantas de plástico o flores artificiales que arden con solo acercar una cerilla, cajeros automáticos que surgen en cualquier rincón, rótulos comerciales que enmascaran la fachada, comercios tan coloridos que golpean la retina... El centro histórico, pero también el resto de Palma se ha convertido en un estridente escenario donde se dan todo tipo de excesos en cartelería y luces de establecimientos comerciales que enturbian el paisaje urbano.

Can Oleo acogió ayer un coloquio organizado por la Associació per a la Revitalització dels Centres Antics (ARCA), en el que participaron diferentes expertos, bajo el título Palma, recuperem el paisatge urbà. ARCA denunció «unos incumplimientos de la normativa y una aparente incapacidad de control por parte de la administración».

El diseñador gráfico Toni Sorell, activista en favor del cuidado del paisaje urbano tradicional, advirtió ayer de «la necesidad de abrir ya este debate. Hay cables, rótulos mal puestos, toldos y mobiliario por todas partes. Es una lástima que la arquitectura pierda su esencia por una falta de respeto y una normativa que no se aplica».

Sorell advirtió que «hay que respetar el propio edificio, pero se pinta de colores estridentes sin tener en cuenta la tradición». Y puso de ejemplo las fachadas negras de Santa Catalina, «cuando tenemos tonos que forman parte de nuestro patrimonio arquitectónico».

Las pantallas LED, vallas publicitarias que ocupan todas las fachadas o rótulos desproporcionados se han hecho fuertes en la ciudad, denuncia el diseñador gráfico, que apostó por «trabajar juntos todos aquellos que amamos Palma». Y advirtió que «los guiris se mueren de la risa cuando ven todas las cajas de cables sueltas en las fachadas».

Por su parte, el arquitecto Tomeu Antich, experto en recuperación del paisaje, reclamó «una reflexión sobre el paisaje urbano». Antich ha trabajado en el Institut Municipal del Paisatge Urbà del Ajuntament de Barcelona: «Allí hay una normativa específica que regula todo este tipo de intervenciones. El tejido comercial debe integrarse en el paisaje urbano».

El arquitecto denunció la «agresividad» de algunos comercios «en términos comunicativos. Se van añadiendo elementos para llamar la atención en la calle y al final acaban chillando». A todo esto se suma la «homogeneización de las marcas, que hacen que la ciudad pierda su idiosincrasia». Antich ha colaborado con el Institut d’Innovació Empresarial (IDI) del Govern balear y el Col·legi Oficial d’Arquitectes de les Illes Balears (COAIB), elaborando guías para integrar la actividad comercial en los edificios que la acogen.

Pilar Ribal, directora general de Patrimoni i Interpretació de la Ciutat en el Ajuntament de Palma, abundó en el problema del vandalismo y los grafitis que no respetan ni fachadas ni el patrimonio histórico de la ciudad. «Las pintadas empobrecen y distorsionan la belleza de la ciudad y hay que erradicarlos del paisaje urbano», señaló Ribal. Y advirtió que «también han sufrido ataques de pintadas Can Balaguer, el Casal Solleric o los conventos. Vamos todo lo rápido que podemos para eliminar las pintadas».

El geógrafo Nael Falo, de Flipau amb Pere Garau, apostó por «una normativa clara, que deje de ser ambigua, la concienciación entre los comercios y, sobre todo, hacer cumplir la ley». Falo apeló a «un sentido de pertenencia a Palma para defender su imagen».