Vidal Felipe, Hortensia y Juana Martina, este martes en Palma. | Alejandro Sepúlveda -

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El pasado lunes acudieron a la llamada de la Plataforma d’Afectats per la Hipoteca (PAH) para dar apoyo a los compañeros. Vidal Felipe Hernández (82 años), su madre Juana Martina (100) y su esposa, Hortensia Hernández (73), tenían motivos más que suficientes para salir a la calle a protestar por la situación de la vivienda. Entre los tres superan los 255 años y un total de ingresos de 900 euros gracias a dos pensiones contributivas. Y estaban, hasta ayer por la mañana, con un pie en la calle. Los tres ancianos viven en casa de un sobrino en la zona de s’Escorxador, pero éste tiene que vender el piso e irse a Madrid para cuidar de su padre, que tiene alzheimer.

Vidal, Juana y Hortensia se han visto a punto de dormir al raso pero la concentración del pasado lunes les permitió exponer su sangrante caso a los medios y al día siguiente [ayer a primera hora] el Ibavi se puso en contacto con Ángela Pons, de la PAH, para ofrecerles una vivienda social.

«Aún estamos temblando. Estamos dando gracias a Dios», decía Hortensia Hernández ayer por la tarde. Pasadas varias horas, no han asimilado que su suerte ha cambiado gracias a una llamada telefónica. «Estamos en una situación muy difícil desde hace meses y esto ha sido un bálsamo», reconoce Hortensia.

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Pese a que han buscado habitaciones para alquilar (el piso ya era un sueño imposible), nadie quiere alojarles. «Acudimos a la Seguridad Social, al Patronat Municipal de l’Habitatge, al Ibavi y por último, a la PAH», cuentan. Y ha sido la Plataforma la que se ha volcado con estos tres ancianos. «Ha sido una maravilla, se han tomado el caso con un amor tan grande que no tenemos palabras suficientes para agradecérselo», afirman Vidal y Hortensia.

Una vida trabajando

Vinieron hace veinte años de Cuba hasta Mallorca. Vidal ha ejercido de profesor de Educación Primaria, pastor y técnico sanitario. «He trabajado más de cincuenta años», afirma Vidal, que abrió un hogar de ancianos en su Cuba natal, «porque allí no es que estén mal, están peor. No tienen acceso a medicación ni a la comida». Hortensia también ha ejercido toda la vida como profesora en Cuba y ahora se dedica a cuidar de su marido y de su suegra, ambos con una salud delicada.

Los años y sus salarios son un serio escollo para vivir en Palma: no es un sitio fácil para personas mayores ni para personas con pocos ingresos. «Esto es un milagro», reconocen. El despiadado mercado inmobiliario insular no les daba ni una solo oportunidad para encontrar una alternativa.
Ángela Pons, de la PAH, afirma que «el próximo lunes, Vidal y Hortensia se reunirán con el Ibavi para entregar la documentación». La situación, dice, es crítica: «La Oficina Antidesahucios no para. Hay chavales con trabajo que comparten habitación y madres empleadas que no encuentran piso porque las agencias no quieren niños. Todo es un despropósito».