La Plaza de Pere Bonet, el estacionamiento es limitado y los coches aparcan de forma irregular. | Pere Bota

TW
4

El barrio de pescadores convertido en la joya inmobiliaria de Palma. El Puig de Sant Pere, en el centro de la ciudad, data sus orígenes en la época musulmana, un aspecto que se refleja en su laberinto de calles estrechas y sinuosas. Antiguamente, sus habitantes se dedicaban principalmente a la pesca y las actividades náuticas, debido a su proximidad a la Lonja y el puerto. Sin embargo, fue en los años 60, con el auge del turismo, cuando el barrio comenzó a ganar notoriedad. Los visitantes quedaron fascinados por los arcos de medio punto y las aceras empedradas de la edad media. Desde entonces, el vecindario ha sido testigo de lo que denominan una «colonización moderna».

Laura Coracin, portavoz de la Associació de veïnats del Puig de Sant Pere y trabajadora del Casal de Barri, asegura que se está perdiendo el tejido social de la barriada. «Los vecinos no se pueden comunicar entre ellos porque no hablan el mismo idioma», explica. Propiedades de más de un millón de euros coexisten en la misma calle que las viviendas del Patronat de l'Habitatge, una situación que según Daniel Arranz, portavoz de la agrupación vecinal, «no encaja». «Se nota la conciencia de clase, hay comunidades que no se integran, tienen sus propios comercios y cafeterías donde todo está en inglés o alemán», añade. «Estos ciudadanos del norte de Europa no tienen intenciones de implicarse en la sociedad mallorquina, hacen guetos de su propia cultura y no hay integración», explica Arranz. Asimismo, considera que «el privilegio de tener abundancia económica permite que no se integren».

PB121224001802.jpg
Laura Coracin y Daniel Arranz, representantes de la agrupación vecinal.

La portavoz de la asociación considera que el barrio se está convirtiendo en un enclave de lujo donde la única actividad posible son las compras. Asimismo, denuncia que esta situación se acentúa en comparación con las viviendas del patronato, destinadas a personas con pocos recursos, que no cuentan con tiendas de proximidad donde comprar a un precio razonable o cafeterías en las que desayunar. «No pueden hacer nada, porque todo lo que está a su alrededor está destinado a otra clase social», asegura Laura Coracin. Por su parte, Daniel Arranz añade que la percepción de la inmigración no es la misma, «es una cuestión de dinero».

Noticias relacionadas

Este aislamiento vecinal se ve acentuado por la falta de servicios municipales, como los orientados a la infancia o la asistencia social, que sí existen en otros barrios. «No hay comercio de cercanía ni supermercados», señala la portavoz. «Los vecinos están desapareciendo, y la mayoría que participan en las actividades del Casal vienen de barrios próximos», asegura Coracin. Esta falta de servicios y participación local ha hecho que se pierda la esencia de la vida de barrio. Para tratar este problema social, desde el Casal de Barri proponen actividades como pilates, yoga, pintura, talleres de cocina, mercados de segunda mano, aromaterapia y desarrollo personal, entre otros.

Además, colaboran con diversas entidades e instituciones cercanas, como la Biblioteca de Can Sales y el museo de arte contemporáneo Es Baluard, para desarrollar proyectos socio-culturales. También gestionan un grupo de consumo de verduras y producto ecológico local con varias cooperativas agrarias de Mallorca. Los trabajadores del casal se han convertido en un punto de referencia para los vecinos, a quienes apoyan en tareas que van desde la tramitación de documentos burocráticos hasta el soporte técnico o la ayuda vecinal. Asimismo, mantienen una estrecha relación con el Llar de Majors Santa Creu y el Casal de Joves.

PB121224001801.jpg
Los vecinos piden limitar el tránsito de vehículos de alquiler en la barriada.

Por otro lado, denuncian la falta de accesibilidad en las calles, un problema que afecta especialmente a las personas mayores, aquellas con movilidad reducida o quienes utilizan carritos de bebé. Desde la agrupación vecinal señalan que el entramado de las calles no solo supone un problema para los peatones, sino que también dificulta el estacionamiento. Por ello, solicitan un replanteamiento urbanístico para mejorar los espacios de aparcamiento existentes. Además, proponen un cambio de normativa de movilidad que limite la circulación de coches de alquiler, argumentando que el barrio ya está saturado.