Imagen de la reunión celebrada este martes en Palma. | Teresa Ayuga

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Con una sala a rebosar, con gente de pie y agolpados a las puertas. Entre la máxima expectación y la inquietud, este martes se constituyó de manera oficial la Plataforma de Amarres Sociales del Puerto de Palma, que en solo dos semanas ya ha reunido a más de 350 socios. La preocupación era palpable entre los asistentes, ante el temor de que los aficionados a la navegación y propietarios de pequeñas embarcaciones «nos quedemos sin salida al mar», decía uno de los portavoces de la plataforma. El objetivo es no convertirse en víctimas de «la gentrificación del mar», como señalaron algunos antes de la reunión.

La presentación del proyecto de reforma del Club Náutico del Portitxol días antes ha sido el detonante para que los amarristas sociales hayan decidido unirse. Los afectados temen la pérdida de los amarres gestionados directamente por la Autoritat Portuària de Balears (APB) con cuotas de 53 euros mensuales y advierten que no pueden asumir los costes de convertirse en socios del club náutico, que en una propuesta inicial iba a asumir estos amarres. El coste de la reforma del Club Náutico del Portitxol y sus alrededores, condición indispensable para una prórroga del contrato de concesión de otros 15 años, asciende a nueve millones de euros.

«Los amarristas temen que se dupliquen las cuotas mensuales, a lo que hay que sumar el pago de 6.000 euros para convertirse en socios y asumir además los costes de las derramas para costear las obras. Así se deja fuera a mucha gente que no puede afrontar estos precios», asegura un portavoz de la recién nacida plataforma, que acoge a usuarios del Club Náutico del Portitxol pero también de Can Barbarà y Sant Magí, los últimos reductos de los amarres sociales en el municipio pero también en el resto de la Isla.

En la reunión, celebrada este martes por la tarde, se palpaba la preocupación por seguir la senda de los club náuticos de Andratx o Calanova, donde «la gente de toda la vida ha tenido que irse porque no podía pagar las nuevas cuotas. La entrada de marinas privadas ha disparado los precios y, al final, el mar se convierte en un espacio para ricos».

Los miembros de la plataforma defendieron el uso tradicional del mar, «muchos somos jubilados con un llaüt que socializamos con conocidos aficionados al mar. Nuestros hijos quedarán privados de una salida al mar».

Los amarristas, no obstante, se mostraron esperanzados después de reunirse con la Autoritat Portuària, que garantizó el mantenimiento de las tasas de los amarres sociales. «Supone mantener un estilo de vida mallorquín, tenemos derecho a acceso al mar. En un club náutico privado tienen costes de 1.000 euros al mes más la cuota de 40.000 euros para convertirse en socio. Está fuera de nuestro alcance», dijo otro de los asistentes a la reunión.