SINHOGARISMO

La vida al pie de la Vía de Cintura de Palma: «Aquí no vienen los servicios sociales»

Un pequeño asentamiento de sintecho se instala entre basura bajo uno de los puentes sobre la autovía

Dos de los habitantes del asentamiento bajo un puente de la vía de cintura. | F.F.

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Escondido tras uno de los pilares de uno de los puentes sobre la Vía de Cintura, el del Rafal para ser más exactos, se agazapan un grupo de sintecho que, entre basura, esconbros y las pocas pertenencias que han podido atesorar y reunir, se han instalado en un lugar tan peligroso como sonorizado. Resulta difícil poder mantener una conversación a pocos metros de la autovía, con centenares de vehículos por minuto pasando a apenas unos palmos de este asentamiento, uno más de los que crecen en la periferia de Palma.

Casualmente, este lo hace al otro lado de uno que llama la atención por su crecimiento y volumen, el que discurre en paralelo al otro sentido de la Vía de Cintura, en el parque de Germans Escalas y que limita con el otro extremo del puente. Allí, son decenas las personas que viven como pueden. En el que nos preocupa, apenas son cuatro.

Uno de ellos es Miguel. Habla perfecto castellano porque es natural de Guinea Ecuatorial. «Me dedico a recoger chatarra y trastos para sacar algo de dinero», explica mientras recoge tímidamente sus pertenencias, asustado por la presencia de un extraño. A pocos metros, un ciudadano nigeriano enciende un cigarro y rechaza cualquier fotografía de su rostro. Duerme sobre un colchón. Nada más. Por contra, Miguel ha levantado su pequeño habitáculo, flanqueado por cartones.

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«Aquí no vienen los servicios sociales», responde al ser cuestionado sobre si acude a algún centro o ha requerido de esta atención. Ha aprendido a convivir con el ruido de los coches «porque aquí es donde me siento seguro», añade, mientras explica que, junto a él, pernocta allí un español llamado Antonio. El cuarto habitante de este asentamiento es otro subsahariano cuyo nombre desconoce.

Sobre si hace planes de mudarse a otro lugar, como el próximo asentamiento de Germans Escalas, no lo contempla. «No quiero saber nada», espeta. En poco más de un metro de ancho se ha hecho 'fuerte' y arrincona sus propiedades, con un cochecito de bebé como herramienta para su labor cotidiana.

Pasan totalmente desapercibidos por la velocidad -pese a estar restringida y controlada por un radar próximo- a la que circulan los coches, motos y demás vehículos por la Vía de Cintura, donde no es la primera vez que los bajos de uno de sus puentes dan cobijo a indigentes como los del Rafal, que pueden acceder al pie de la autovía por varias vías que conocen a la perfección.