Una vez más, la mala imagen está servida. Resulta que nos pasamos
seis meses discutiendo sobre la ecotasa, pero nos olvidamos en un
día como el de ayer de que el turista queda vendido en plena calle.
El turista y el no turista. Y así ya vamos para una semana desde
que comenzó la huelga del transporte público colectivo en Calvià y
Andratx.
Ayer no hubo servicios mínimos, no salió ningún autobús de las
cocheras de Son Castelló. Pero, además, en la mayoría de las
paradas no hay advertencia de que hay huelga y en los hoteles no se
informa a los clientes, y eso que el Ajuntament de Calvià dijo en
su día que enviaría hojas informativas a tal efecto.
Como nadie informa, todo el mundo aguarda en la cola esperando
vanamente. Una pareja checa, que sólo habla (y entiende) checo,
salvo que le digas Collina (el nombre del árbitro del
Chequia-Holanda), que entonces él se lleva el dedo índice al cuello
en actitud rebanante, se ha pasado dos horas en la parada
aguardando el autobús, oteando de vez en cuando el fondo de la
avenida. Al explicarle por señas lo que pasa, se les queda la cara
de tontos. Igual les sucede a unos alemanes que esperan en la
parada del bulevar de Peguera. Ni les han dicho nada en el hotel,
ni tampoco (dicen) hay ninguna nota en la parada que advierta que
hay huelga. Otros alemanes que ya saben lo de la huelga, tratan,
también en vano, de pillar un taxi. «¿Por qué no llegan los taxis a
la parada?», pregunta uno mirando el reloj.
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