Un grupo de pasajeros espera en vano al autobús en una parada de Santa Ponça. Foto: MICHEL'S / S. AMENGUAL.

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PEDRO PRIETO Una vez más, la mala imagen está servida. Resulta que nos pasamos seis meses discutiendo sobre la ecotasa, pero nos olvidamos en un día como el de ayer de que el turista queda vendido en plena calle. El turista y el no turista. Y así ya vamos para una semana desde que comenzó la huelga del transporte público colectivo en Calvià y Andratx.

Ayer no hubo servicios mínimos, no salió ningún autobús de las cocheras de Son Castelló. Pero, además, en la mayoría de las paradas no hay advertencia de que hay huelga y en los hoteles no se informa a los clientes, y eso que el Ajuntament de Calvià dijo en su día que enviaría hojas informativas a tal efecto.

Como nadie informa, todo el mundo aguarda en la cola esperando vanamente. Una pareja checa, que sólo habla (y entiende) checo, salvo que le digas Collina (el nombre del árbitro del Chequia-Holanda), que entonces él se lleva el dedo índice al cuello en actitud rebanante, se ha pasado dos horas en la parada aguardando el autobús, oteando de vez en cuando el fondo de la avenida. Al explicarle por señas lo que pasa, se les queda la cara de tontos. Igual les sucede a unos alemanes que esperan en la parada del bulevar de Peguera. Ni les han dicho nada en el hotel, ni tampoco (dicen) hay ninguna nota en la parada que advierta que hay huelga. Otros alemanes que ya saben lo de la huelga, tratan, también en vano, de pillar un taxi. «¿Por qué no llegan los taxis a la parada?», pregunta uno mirando el reloj.