Unas jóvenes descansan a la llegada al Santuari. Foto: E. B.

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La devoción por la Virgen de Lluc moviliza a los fieles de toda Mallorca. Si en agosto son los palmesanos los que acuden en procesión hasta el Santuari para agradecer a la Virgen el «milagro» vivido cuando la hija del organizador de la marcha Tolo Güell se salvó milagrosamente de morir de un «sifonazo», la Diada de la Mare de Déu moviliza a tantas o más personas con el único vínculo común de la fe.

Cerca de 5.000 marchantes participaron en la madrugada del sábado al domingo en la tradicional Pujada a Lluc a Peu de la Part Forana, que organiza la Associació d'Antics Blavets. Fieles procedentes de todas las poblaciones de las Islas se calzaron sus zapatillas para que no quedara duda de su devoción. La partida oficial de los inquers hacia al Santuari y de aquellos pueblos más lejanos que decidieron iniciar el ascenso desde la ciudad centenaria, se inició a las cuatro y media de la madrugada y poco antes de las siete asomaban los primeros peregrinos por el monasterio.

Los más valientes, como los vecinos de Campos, se atrevieron a realizar la totalidad del recorrido desde sus pueblos de origen a pie. El cansancio se dejaba sentir ayer por la mañana. Los jardines y pasillos del Santuari se convertían en improvisados lechos antes de acudir a la iglesia.

El prior de Lluc, Jaume Reynés, ofició una primera Eucaristía a las 9 de la mañana con la ofrenda floral. Dos horas después y tras la llegada de las autoridades "el president Francesc Antich; la delegada del Gobierno, Catalina Cirer, y los consellers Celestí Alomar y Aina Salom, entre otros" fue el obispo de Mallorca, Teodor Úbeda el encargado de oficiar la misa. Al concluir la misa, se procedió a la inauguración de un busto homenaje a Mossèn Antoni Maria Alcover.