Teresa López y Paloma Malmierca en el banco de alimentos y ropa de Can Picafort. | Elena Ballestero

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«Llevo en paro desde febrero del 2011. Siempre he trabajado de administrativa y ahora como voluntaria en el centro de día he descubierto un mundo nuevo. He decidido empezar en octubre un módulo de integración social». Maria Antonia Dalmau es una de las voluntarias que prestan servicios en beneficio de la comunidad, sin recibir un sueldo a cambio.

El Ajuntament de Santa Margalida ha aprobado un nuevo reglamento de voluntariado social con el objetivo de promover y regular la participación de los ciudadanos en la gestión de los recursos del municipio. Otros municipios se han interesado ya en aplicar su proyecto así como en sumarse también al plan de inserción para las personas con rentas mínimas.

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Parados de larga duración que han agotado todas las prestaciones posibles, jubilados y amas de casa eligen cada vez más el voluntariado como una fórmula para llenar su tiempo. «Evitar enclaustrarse facilita no solo las relaciones sociales sino que amplía además la posibilidad de entrar en contacto con nuevas ofertas de trabajo», explica la regidora Beatriz Gamundí, coordinadora del proyecto.

El Ajuntament de Santa Margalida dispone ya de una amplia red de colaboradores. Entre cinco y ocho voluntarios participan en distintos proyectos vinculados con el área de Medi o Ambiente y el banco de alimentos. El área de Mantenimiento o la de Patrimonio son otras de las beneficiadas.

«Poder ayudar y contribuir a la comunidad es algo grande», dice Hilario Iturde, que junto con Paco Pérez, ha rehabilitado de forma integral el parque infantil situado junto al centro de día.

La Asociación de Amas de Casa y la de Acción Social se encargan de abastecer de ropa y alimentos a los más desfavorecidos de los núcleos de Can Picafort y Santa Margalida.