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Melones, sandías, pistolas de agua, 'churros', y muchos patos de goma de diferentes tamaños. Esto es lo que soltaron desde una barcaza en la Colònia de Sant Jordi, ayer, sustituyendo a los patos de verdad que se soltaban tiempoatrás durante casi 60 años.

Ayer el tiempo sí permitió este refrescante acto en un día marcado por las altas temperaturas. Muchos de los patos llevaban un número apuntado y suponían un premio en metálico, según la suerte.

Decenas de personas participaron un año más a esta suelta y optaron por lanzarse al mar, combatir el fuerte calor que hacía a mediodía, y, de paso, hacerse también con una buena sandía, un buen melón o un juguete.

En la costa, sobre las rocas, muchos de familiares, amigos y curiosos esperaban a ver qué sacarían los 'valientes' que se habían tirado al mar.

En poco más de cinco minutos la gente que había dentro de la barcaza ya habían agotado todos los productos previstos para lanzar a las decenas de participantes. Al regresar a puerto, los que tenían patos premiados esperaban a saber qué cuantía económica les había tocado según el número que llevaban.

Finalmente, la gran mayoría se fueron bien contentos por dos motivos: por haber participado en un acto tradicional de este núcleo costero y, por otra parte, por haber conseguido algún premio.

Con todo, la jornada transcurrió según lo previsto aunque su aplazamiento por el mal tiempo de la semana supuso una menor afluencia de participantes que en las ediciones habituales.