Las conocidas como Llàgrimes de Sant Llorenç fueron la excusa para que muchos ciudadanos de la Isla salieran lejos de las poblaciones, donde la contaminación lumínica es mayor, para presenciar un espectáculo natural a cielo abierto.
Fue el caso, por ejemplo, de Costitx. En su observatorio se juntaron algunas decenas de personas, muchos aficionados al mundo de la astronomía, para cazar algunas Perseidas desde la explanada exterior. Manteniendo, eso sí, una mínima distancia social y con un marcado uso de las mascarillas entre los presentes, muchos de ellos familias con niños, que pudieron visitar de primera mano la exposición del centro.
El litoral de Mallorca también se convirtió esta pasada noche en improvisado observatorio. A muchos de sus rincones acudieron miles de personas para asistir a un fenómeno que cada año se repite, siempre y cuando la meteorología lo permite. En esta ocasión, en lugares óptimos como los descritos, han podido alcanzarse hasta 50 Perseidas por hora.
Qué son las Perseidas
Las llàgrimes de Sant Llorenç son uno de los espectáculos astronómicos clásicos de las noches de verano en el Hemisferio Norte, y tiene su origen en el cometa 109P/Swift-Tuttle, tal y como ha explicado la divulgadora Mar Gómez en un interesante hilo en Twitter.
Según el Instituto Andaluz de Astrofísica este cometa completa una órbita alrededor del Sol cada 133 años aproximadamente y, cada vez que se aproxima a nuestra estrella, «se calienta y emite chorros de gas y pequeñas partículas sólidas que forman» su cola.
Todos los años, entre finales de julio y de agosto, la Tierra cruza los restos de esta cola, lo que provoca que «estas partículas, denominadas meteoroides, choquen contra la atmósfera terrestre a gran velocidad».
Conforme la Tierra se va adentrando en esta nube de meteoroides que el cometa deja a su paso, el número de partículas va siendo cada vez mayor, por lo que la actividad de las Perseidas aumenta. En 2020, la actividad ha alcanzado su máximo durante la noche del 11 al 12 de agosto. El brillo de la Luna, que se encontrará en la fase de cuarto menguante, interferirá sin embargo en la observación, dificultando así que puedan verse las más débiles.
Como un grano de arena
«La mayoría de los meteoroides que se desprenden del 109P/Swift-Tuttle son tan pequeños como un grano de arena, o incluso menores. Cuando se cruzan con nuestro planeta, entran en la atmósfera terrestre a una velocidad a más de 210.000 kilómetros por hora, lo que equivale a recorrer nuestro país de norte a sur en menos de 20 segundos», señala José Luis Ortiz, investigador del centro andaluz, dependiente del Consejo Superior de Investigaciones Científicas.
A estas velocidades el choque con la atmósfera es tan brusco que la temperatura de estas partículas aumenta hasta unos 5.000 grados centígrados en una fracción de segundo, por lo que se desintegran emitiendo un destello de luz que recibe el nombre de meteoro o estrella fugaz.
Esta desintegración ocurre a gran altitud, normalmente entre los 100 y los 80 kilómetros sobre el nivel del suelo. Las partículas más grandes (del tamaño de un guisante o mayores) pueden producir estrellas fugaces mucho más brillantes, que reciben el nombre de bólidos o bolas de fuego.
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