Un grupo de gatos en el refugio de Cats Karma, en Vilafranca. | Teresa Ayuga

TW
8

Cuando uno llega al refugio que la asociación felina Cats Karma tiene en Vilafranca, se ve rodeado por un sinfín de gatos de todos los colores y tamaños. Los más tímidos se esconden nada más verte; otros, los de corta edad sobre todo, están dispuestos a jugar contigo y llamar tu atención; y los más huraños te siguen con esa mirada acusadora 'tan gatuna', como queriendo escudriñar en tu interior para descubrir qué planeas al penetrar en sus dominios.

Este santuario felino se ha convertido en dos años en el hogar de unos 100 gatos callejeros, algunos abandonados, otros heridos o maltratados, en el que se les proporciona cuidados médicos, comida y un techo provisional hasta encontrar familias adoptantes. Aunque, como señala Joana Brunet, una de las voluntarias de esta entidad animalista, «sabemos que muchos de ellos, sobre todo los más mayores, han llegado para quedarse con nosotros hasta que mueran».

Desde hace unas semanas la continuidad de este hogar felino corre peligro tras una denuncia anónima que alertaba de irregularidades en el refugio, una casa que la asociación alquiló hace un par de años para acoger a los felinos. El Seprona acudió a la sede de la asociación, pero no encontró ninguno de los problemas denunciados: las instalaciones están limpias y ordenadas, los animales jamás han estado hacinados, el ruido es mínimo y el propietario de la casa sabe a qué se dedica Cats Karma y para qué ha alquilado la asociación esta propiedad.

Ta250322333-27.jpg
De izquierda a derecha, Joana Brunet, Jamil Brunet y Sina Hoffmann, responsable y fundadora de Cats Karma.

«Sabemos que la denuncia viene de alguien que conocemos y no le gusta lo que hacemos, pero no queremos entrar en su juego. Los voluntarios y veterinarios que formamos parte de Cats Karma estamos aquí por amor a los animales, trabajamos en el refugio de forma desinteresada y le dedicamos todo el tiempo libre que podemos y hurtamos a nuestra vida personal», recalca Joana Brunet, que también admite que la entidad funciona como refugio, pero con 100 animales, deberían tener el permiso de núcleo zoológico, todavía pendiente de aprobación desde el mes de diciembre por la conselleria.

Noticias relacionadas

«Empezamos la casa por el tejado. Pero hay tantos abandonos diarios, tantas camadas no deseadas que se tiran como si fuesen basura...», dice la voluntaria, al tiempo que explica que «los gatos son los grandes olvidados de las perreras municipales, encontrarles hogar es muy difícil. No tenemos fuerzas para decir que no a acoger un nuevo animal cuando nos avisan. Y nos llaman desde todos los puntos de la Isla. La mayor parte de las entidades animalistas de Mallorca están sobrepasadas, pero alguien tiene que hacer algo. Si no fuera por gente como nosotros, qué sería de estos animales», se pregunta Brunet.

Para evitar el cierre y el traslado de sus animales a perreras municipales u otras entidades, la asociación lleva semanas moviendo cielo y tierra para tramitar todos los permisos a contrarreloj. Por eso, Cats Karma agradece la buena disposición del Ajuntament de Vilafranca y del Consell de Mallorca, que ha permitido que el refugio siga en activo hasta que se solucionen los trámites burocráticos, que, además, se han visto entorpecidos al estar la finca ubicada en un entorno declarado protegido, y hace falta cursar aún más papeleo.

Ta250322333-38.jpg
Marina Egea, una de las voluntarias, dando de comer a los felinos.

La asociación cuenta también con una red de casas de acogida para casos más especiales. «Tenemos una para felinos lactantes, otra especializada en gatos con leucemia, que no pueden juntarse con otros sanos y un par más que acogen otro tipo de acogidas más delicadas. Es el caso de Mino, su historia conmocionó a todos los amantes de los animales. Este gato fue liberado hace un mes por el partido ecoanimalista Progreso en Verde, en colaboración con Cats Karma y otra asociación felina, Moixets de Bata Blanca.

Mino llevaba cinco años encerrado en una jaula en el balcón de un piso, según sus dueños, por «morder y arañar». El animal, que mostraba claros signos de debilidad muscular debido al cautiverio, y un fuerte estado de estrés, ha sido acogido en una de las casas de acogida de Cats Karma, y como nuestra la foto, está bien, adaptándose a su nueva vida.

Mino, el gato encerrado durante cinco años en una jaula en una terraza, en su nuevo hogar. FOTO: CATS KARMA

«No está acostumbrado a recibir atenciones o cariño y lo que es tener relación con otros gatos, mucho menos. Ahora debe de volver a confiar, aprender que es vivir en familia y, en un tiempo, enseñarle a convivir con otros de su especie», apostilla Joana Brunet, voluntaria de Cats Karma, que señala también que Mino «se mueve y acepta muy bien las caricias de la familia de acogida. Pero se bloquea bastante. Todo este tiempo de soledad le ha marcado muchísimo».