Los hermanos Miquel y Maria Antònia Piña, ayer, en su horno.

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Con una gran dosis de nostalgia, los vecinos del barrio de la Plaça de Santa Margalida se despiden hoy del Forn de Can Salvador, un local que combina las funciones de horno y pequeño colmado que los hermanos Miquel, Sebastià y Maria Antònia Piña han atendido durante 46 años trabajando, sobre todo los fines de semana y festivos. Muchos se enteraron del cierre ayer cuando acudían a encargar sus ensaimadas y dulces para hoy.

«La noticia es reciente, hace un mes y medio el médico me dijo que, o hacía un descanso absoluto que el trabajo de panadero no permite, o perdería una pierna», explica Miquel Piña, el mayor de los tres hermanos, de 65 años. La más pequeña, Maria Antònia, recuerda que comenzó a frecuentar el negocio con apenas 10 años, y tras unos años ayudando en la trastienda, pasó al mostrador, donde lleva más de 25 atendiendo al público. El otro hermano, Sebastià, ha trabajado en el obrador hasta la última hornada, la de las numerosas ensaimadas con las que los vecinos del barrio despedirán o recibirán el año.

El Forn de Can Salvador fue fundado por sus abuelos, pero el oficio familiar se saltó una generación, pues su padre regentó un colmado y una trencadora de almendras. El 2 de enero de 1977, los tres hermanos fusionaron el horno y la tienda, y así ha sido hasta que hoy cierren sus puertas, dejando atrás el dulce recuerdo de sus palos de crema, ensaimadas, cocas de patata, etc. «Siempre hemos mantenido el horno de leña pese a no ser cómodo, e ingredientes naturales, nada de química», explica Miquel con orgullo.