Con el título del libro no se adivina cuál es su postura frente al fenómeno turístico en Mallorca...
—En las presentaciones que hemos hecho han participado unas 800 personas en el debate posterior y también hemos llevado a cabo una encuesta en la que han participado otras novecientas. Con estas 1.700 opiniones disponemos de un termómetro fiable de la opinión de la sociedad mallorquina (ciudadanos de a pie, empresarios, trabajadores,...) en cuanto al turismo y, de hecho, presenté los resultados en el I Congrés de Turisme de la Societat Civil. El gran problema reside en que la gente habla y no sabe de qué habla, pero tampoco es culpa del pueblo. Existe una laguna muy importante en cuanto a pedagogía turística y es inconcebible que en pleno 2024 a los estudiantes de los institutos de la Isla no se les habla ni un minuto de turismo. Con una población formada e informada se pueden empezar a asumir retos para modelar el turismo que queremos para el futuro, no es solo una cuestión de empresas y gobiernos. Si no, estamos ante un diálogo de besugos en el que cada uno hace la guerra por su parte y no hay forma de llegar a acuerdos.
Entonces, no es cuestión de unas cuantas legislaturas...
—En turismo, y en todos los aspectos de nuestra sociedad, es necesaria una transición cultural de unas cuantas generaciones. El cortoplacismo nos mata y no es cuestión de legislaturas o decisiones puntuales que no tienen en cuenta el futuro. Se trata de pensar en generaciones, en el turismo que queremos en Mallorca para 2040 y en qué podemos hacer cada uno de nosotros para lograrlo.
¿Quién deberá asumir el liderazgo para este proceso?
—No hay ningún liderazgo ahora mismo y mantengo que no hay que tener excesiva confianza en el gobierno de turno y en los responsables políticos; ellos no asumirán ese rol y menos si queremos que sea a largo plazo. Las grandes empresas turísticas también han abandonado el papel del liderazgo y un organismo tan favorable para el sector como Fomento del Turismo fue un emblema en los años setenta, pero ahora ya no cumple ninguna función cohesionadora. Es imprescindible un pacto de estado, que tenga en cuenta todas las sensibilidades.
En este sentido, ¿no hay muchas posturas enfrentadas?
—Por supuesto y es que nadie quiere renunciar a nada, pero para lograr esta transición cultural es imprescindible que todos cedamos. Si queremos un trabajo bien hecho y de concordia hay que potenciar esa pedagogía de la que antes hablaba y asumir que somos 914.000 habitantes legales con tantas visiones sobre el turismo como personas, pero creo que las posturas confrontadas pueden reconciliarse y llegar a acuerdos por el interés general.
La sociedad parece haber despertado para protestar contra la saturación turística...
—En las encuestas que hemos realizado se constata este enfado, pero es multifactorial. Hay quien se queja de los impuestos, de la saturación en las carreteras, de las playas llenas o de la vivienda,... Considero que la etiqueta ‘saturación' se utiliza con intención y con la voluntad de crear clichés para provocar un efecto contagio. La actividad turística y su influencia en nuestra sociedad es tal que lo que puede ser una queja para un ciudadano que haya acudido a las protestas, como es el caso de las viviendas turísticas, puede ser el sustento económico de la persona que tiene a su lado en la manifestación. Otro ejemplo de que nos encontramos ante una situación poliédrica.
Usted fue el primer regidor de Turisme que tuvo sa Pobla en 2011, ¿era necesario?
—La gente se reía de la creación de esta área y ahora sa Pobla es el municipio sin costa que dispone de más plazas turísticas. En 2011 el actual alcalde, Biel Ferragut, estaba en la oposición y aplaudió la iniciativa. Ahora se celebran unas jornadas de turismo en sa Pobla y lo que hace poco más de una década parecía fantasía es toda una realidad. Los municipios de la Part Forana tienen una problemática muy distinta a la que pueden tener Palma o Calvià. El turismo de excesos es muy puntual y el principal drama se encuentra en el acceso a la vivienda, aunque hay que recordar que quien vende somos los propios mallorquines, algo totalmente legítimo por otra parte.
3 comentarios
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“A largo plazo todos estaremos muertos”. [Me lo dijo Keynes]
Este chico tenía alquilado un hotel en la calle Blanquerna de Palma y no pagó durante meses a sus empleados. Los dueños del hotel tuvieron que salir al rescate, pagar más de 200.000 € en nónimas para poder "recuperar" su propiedad porque sino, este Juan Enric les amedrentó con presentar concurso de acreedores. Lecciones sobre turismo, por mucho que haya escrito un libro, las justas. Repito, las justas.
El problema és que més de la meitat dels ingressos del turisme se'n van a fora i del que queda aquí Espanya se'n duu una bona tallada. L'economia no es reparteix entre els residents i aquests només veuen que treballant al turisme no hi ha futur, els sou no basta per viure. Per tant, que uns se forrin i que la majoria perdi qualitat de vida no és el millor sistema