Joan-Pere Le Bihan escribió el libro ‘¿Estado nuevo? ¡Escuela nueva!’. | A.B.

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Joan-Pere Le Bihan (Sóller, 1948) ha sido el responsable de las escuelas norte-catalanas de La Bressola durante más treinta años. Hace seis que se jubiló, después de toda una vida dedicada a la enseñanza y a hacer reavivar el catalán allá donde se riega el futuro, en las aulas. Su experiencia y las técnicas pedagógicas y organizativas empleadas en La Bressola, las editó en el libro ¿Estado nuevo? ¡Escuela nueva!, que se publicó el 2018. Ahora, vive en Sóller desde hace cuatro años, el pueblo de su madre y donde vivió buena parte de su vida.

Para quien no lo sepa. ¿Qué es La Bressola y cómo nació?
—En un contexto de más de dos siglos de represión profunda hacia el catalán, que empezó en 1700 con el rey Luís XIV, se fundó en 1976 la escuela de La Bressola. Una entidad educativa que no solo tenía el objetivo de poner en valor el catalán sino que también tenía unos métodos pedagógicos concretos que la caracterizaban y que formaban parte de su base. Empezó siendo una escuela de 7 alumnos y cuando yo me fui en 2012, había 800.

¿A qué técnicas se refiere?
—La Bressola está basada en lo que yo llamo la ‘pedagogía de la verticalidad’. Es decir, que tanto en infantil como en primaria, todas las clases son verticales. Es decir hay como mínimo dos edades por clase y habitualmente, tres.

¿Qué particularidades tiene?
—Tú imagínate un primer curso de infantil. En La Bressola tienes tres aulas de infantil en las que en todas hay niños de 3, 4 y 5 años. Lo que hacemos es que durante unos los primeros días del curso solo entran los más mayores y después los nuevos. Durante esos días previos preparas a los antiguos alumnos para recibir a los nuevos. Llorarán, los padres se van y ¿qué tenemos que hacer nosotros? Tenemos que acompañarlos, ayudarlos a sentirse acogidos y enseñarles el espacio que para ellos es nuevo. Por tanto, destacamos dos cosas. Primero, un acompañamiento mucho más fácil y humana por parte del docente, que tiene la colaboración de una parte de los alumnos. Segundo, nos aseguramos que el catalán se transmita también a través de los alumnos.

Usted no fue el fundador, pero sí el director durante más de treinta años.
—Bueno yo estaba trabajando en un casal para jóvenes en la Bretanya francesa cuando por distintas casualidades de la vida conocí al fundador, Miquel Mayol.

¿Qué opina del actual estado del catalán en la enseñanza mallorquina?
—Estoy desesperado porque en La Bressola y sobre todo en la escuela de Prada en particular, sentirás hablar a la juventud en catalán en el patio y nadie los persigue con un látigo para que lo hablen. De hecho, la transmisión del catalán no solo las hacen las maestras y maestros, sino también los alumnos al patio con el proceso de verticalidad del cual te he hablado antes. En cambio, aquí, mientras que en 80 se hablaba el catalán por todo, ahora los patios son en castellano. Tenemos que tener en cuenta que gracias a que cada pueblo cultiva su cultura tenemos una civilización humana diversa y rica.

¿Cómo ve el conflicto por la lengua que hay ahora en Mallorca?
—Para mi, es un conflicto político. La lengua es la misma aunque se pelean por qué nombre llamarla. A mi me da igual decir que hablo mallorquín o catalán y es obvio que si no hablara mallorquín no habría podido hacer lo que he hecho en Cataluña porque no habría sabido la lengua. Evidentemente me adapté a su dialecto.

¿Diría que ahora se está ‘castigando’ a la gente que habla catalán en la isla?
—Ya no hace falta. Aquí ya nos castigaron hace años. Si le hablabas a un extranjero en catalán eras un mal educado. Pero yo me pregunto, ¿cómo va a aprender un recién llegado la lengua si los de aquí no se la hablamos? No se trata de ser mal educado, sino de enseñar.

¿De dónde nace su amor por el catalán?
—Sencillo. Es mi lengua materna. Mira, voy a contar una anécdota. Cuando era pequeño iba con mi madre en transporte público en Marsella (Francia), donde el catalán estaba en situación total de desprestigio. Debería tener unos 10 años y yo ya había pasado mucho tiempo en Sóller por lo que hablaba el catalán a la perfección. En ese momento, me dirigí en catalán a mi madre, quién me riñó porque estaba mal visto hablar en catalán ahí.

Si tuviera que elegir entre pedagogía o lengua, ¿Cuál despierta más su vocación?
—Yo no lo separo. van de la mano. Cada idioma se tiene que mantener dentro de su territorio. Se tiene que desarrollar y eso se puede lograr con la pedagogía.