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Meses atrás, por iniciativa del área de Normalització Lingüística, el consistorio de Alcúdia invitaba a los vecinos a recuperar la tradición de los ‘malnoms’, un apodo familiar con el que todo el mundo se conocía antaño en los pueblos de Mallorca. La tradición sigue viva, pero va cayendo en desuso con el paso de los años, la tecnología que sustituye a la comunicación oral y la integración de nuevos residentes ajenos a la cultura de los 'malnoms’.

El proyecto ha tenido un éxito sorprendente, con alrededor de 160 peticiones que permitirán recuperar este legado cultural heredado de generación en generación dentro de cada familia alcudienca. Y la primera fase ya está, literalmente, «en el horno». En su taller de Inca, la ceramista Francisca Truyol ya está trabajando en la confección del primer medio centenar de baldosas en las que inscribe el ‘malnom’ que las familias de Alcúdia han solicitado al Ajuntament.

Francisca Truyol, artesana ceramista de Inca
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Legado cultural

Can Rovet, Ca ses Tomasses, Can Canta, Ca na Xuriqueta, Can Xuric, Ca na Blanca, Can Bernasseta, Can Serrell, Ca na Castell, Can Minyo, can Peret... son solo algunos ejemplos de esta primera hornada de baldosas que la artesana de Inca ya está confeccionado de manera completamente artesanal en su taller. «Primero hago yo misma las baldosas, de cerámica blanca para que puedan resaltar más los colores escogidos, que son el blanco y el azul de las letras y de todo el borde, que es un guiño a que Alcúdia es un pueblo de mar», explica Truyol, mientras escribe a mano alzada los nombres que le han encargado.

La concejal Carme Garcia, también se muestra satisfecha con el éxito de esta propuesta impulsada junto con Dora Riutort, del departamento de Normalització Lingüística de Alcúdia. «Tenemos 160 solicitudes pero antes de encargar cada baldosa, documentamos cada 'malnom', abriendo una ficha con su origen y familias que lo usan», explica García.

Pronto, este legado cultural de los linajes «no oficiales» de las familias dejará de estar solo en la memoria oral del municipio, porque las baldosas se entregan con el compromiso de pegarlas en las fachadas de las viviendas. Así, los más jóvenes podrán aprenderlos mientras pasean por las calles y quien sabe si, con suerte, volver a utilizarlos.