El histórico celler de Can Amer, ha sido precintado por desprendimientos.

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El celler Can Amer de Inca echó el cierre hace ahora exactamente cinco años, al acabar las fiestas de Navidad. Regentado durante casi medio siglo por una misma familia, Tomeu Torrens se vió forzado a dejar el negocio en enero de 2020 por el progresivo deterioro de un inmueble por el que pagaba unos 40.000 euros al año de alquiler. «Llevamos 49 años encadenando contratos de cuatro años, nunca han querido vender ni hacer contratos más largos y con cada renovación nos suben el alquiler. Es un edificio viejo y necesita unas inversiones que rondan los 200.000 euros para cumplir la normativa», lamentaba entonces Tomeu Torrens.

Los últimos episodios de lluvias y fuertes rachas de viento han obligado ahora al Ajuntament d’Inca a precintar su perímetro y a dictar una orden de ejecución para que la propiedad realice las reparaciones precisas para que no represente un riesgo para los transeúntes. Según el regidor de Urbanismo de Inca, Andreu Caballero, «los propietarios ya han contratado los trabajos de restauración».

Caballero confirma que, como otros cellers de la capital del Raiguer, el de Can Amer es un inmueble protegido en el catálogo municipal. No obstante afirma que el Consistorio «no tiene constancia de que esté en riesgo su estructura y pueda acabar colapsando». «Es cierto que ha tenido desprendimientos de las cornisas, pero eso es algo que ha ocurrido en otros inmuebles de Inca, aunque es evidente que un edificio vacío se deteriora, no nos consta que exista un riesgo real en su interior», afirma.

Otros cellers históricos como Can Ripoll, sa Travesa o Can Marron también están catalogados, pero todos ellos aún mantienen su tradicional actividad de restauración.