El Papa Juan Pablo II, junto al patriarca Teoctist de la Iglesia ortodoxa rumana.

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EFE - BUCAREST Juan Pablo II se despidió ayer de los rumanos que le acogieron con sumo entusiasmo con un nuevo llamamiento al cese de la guerra en Yugoslavia, mientras expresó la esperanza de que «el tercer milenio sea una era de mayor comunión entre las Iglesias cristianas y de fraternidad entre los pueblos». «Este es el sueño que llevo conmigo mientras abandono esta querida tierra», dijo Juan Pablo II en su discurso de despedida en el aeropuerto de Baneasa, al finalizar la primera visita que realiza un Obispo de Roma a un país de mayoría ortodoxa, casi un milenio después del gran cisma de 1054.

El Pontífice agradeció al presidente rumano, Emil Constantinescu, al patriarca Teoctist de la Iglesia ortodoxa rumana, a los altas jerarcas ortodoxos y católicos de rito bizantino y latino y al pueblo rumano la entusiasta acogida que le brindaron en esta tierra.

Juan Pablo II deploró que «desafortunadamente el ruido de las armas parece prevalecer sobre la voz convincente del amor y el desencadenamiento de la violencia vuelve a abrir las heridas que con paciencia y labor se trata de cerrar», en alusión al conflicto de Yugoslavia.

El Papa reiteró el deseo de que se llegue por fin al cese de las hostilidades y se vuelva a «nuevos diálogos de comunión y paz», tras haber firmado el sábado, junto con el patriarca Tecotist una «declaración conjunta» en que se pide a todas las partes en este conflicto que rindan las armas.