El cohete de lanzamiento Soyuz que pondrá en órbita la nave de
carga Progress M-42 con suministros para la estación Mir despegó
sin novedad ayer del cosmódromo de Baikonur (Kazajistán).
El lanzamiento se produjo dos días después de lo previsto,
después de que el Gobierno kazajo prohibiera todas las operaciones
rusas en el cosmódromo debido a la explosión en pleno vuelo de un
cohete Protón-K el pasado día 5.
La explosión, que según Kazajistán esparció toneladas de
combustible altamente tóxico sobre su territorio, forzó una
negociación contrarreloj entre Moscú y Astaná para poder llevar a
la Mir toneladas de alimentos, agua y equipos técnicos.
El Gobierno ruso cedió y se comprometió al pago de más de 55
millones de dólares (el alquiler anual del cosmódromo asciende a
115 millones) y a la suspensión del programa de lanzamientos de
cohetes del tipo Protón-K. Moscú también echó mano a las medidas de
presión y anunció la prohibición de importar productos ganaderos de
origen kazajo al detectarse «un brote de fiebre aftosa» en reses
procedentes de ese país de Asia Central.
La Agencia Espacial Rusa aseguró que si la nave no llegaba a
tiempo a la Mir, la tripulación (dos rusos y un francés) tendría
que abandonarla, lo que aumentaría el riesgo de una caída
incontrolada a la Tierra de este ingenio de 140 toneladas.
Esta versión fue matizada posteriormente por Michel Courtois,
director del Centro de Investigación Espacial de Francia, quien
manifestó que la Mir tiene reservas suficientes hasta mediados de
septiembre y que no había lugar para la alarma.
Una vez que el Soyuz haya puesto en órbita la nueva nave de
carga, los cosmonautas de la Mir desacoplarán la vieja, que caerá
en el océano Pacífico, y dejarán el muelle libre para el
ensamblaje.
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