El Papa se reafirmó en la creencia que el Infierno existe.

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«Las imágenes utilizadas por la Biblia para presentarnos simbólicamente el infierno deben ser interpretadas correctamente. Más que un lugar, el infierno es la situación de quien se aparta de modo libre y definitivo de Dios», aseguró el Papa ante unas ocho mil personas que acudieron ayer al Aula Pablo VI del Vaticano para la audiencia pública de todos los miércoles. El Pontífice manifestó que el hombre, «llamado a corresponder libremente a Dios, puede sin embargo rechazar definitivamente su amor y su perdón, privándose así, desgraciadamente de la gozosa comunión con él» y que «esa trágica condición» es lo que se llama condenación o infierno».

Una semana después de que hablara del Paraíso, del que dijo que existe, pero que no es «ni una abstracción ni un lugar físico entre las nubes, sino una relación viva y personal con Dios», Juan Pablo II dedicó la catequesis de ayer miércoles al infierno, la contraposición al paraíso. El Papa Wojtyla subrayó que la condena eterna no es un castigo de Dios infligido al hombre, sino la consecuencia de la decisión, tomada libremente por el hombre, de «rechazar definitivamente el amor que Dios le ofrece».

El obispo de Roma recordó que en el Nuevo Testamento se presenta al infierno como un «horno ardiente», donde sólo existe el llanto y el chirriar de dientes; o como el lugar del fuego que no se acaba nunca, el lugar de pena definitiva «sin posibilidad de retorno o de mitigación del dolor». También recordó que el Apocalipsis lo llama «estanque de fuego».